Este relato es muy singular, muy poco conocido y que para los amantes del fútbol a buen seguro os va a gustar. Es sín duda una de las historias más hermosas que pude investigar sobre el deporte rey. 
Los frentes en estas zonas europeas se fueron estancando con durísimos inviernos y extremadas condiciones ambientales que hicieron que la moral de los combatientes estuviera por los suelos. De ahí que en los primeros meses de 1916 se dieran los primeros motines en el ejército francés, que asus
taron al alto mando aliado.
Uno de esos mandos era Nevill, nuestro capitán protagonista, más conocido por el apodo de “Billie” o “Bill”, que nombrado con 20 años en noviembre de 1914 como Teniente Segundo, fue enviado al 8º Batallón del Regimiento de la East Surrey. Después de completar su formación militar en Gran Bretaña, Nevill fue destinado definitivamente en julio de 1915, al aguerrido 15ª R.D. de Montpelier, regimiento británico que junto con las fuerzas francesas intentaban romper las líneas alemanas a lo largo de un frente de 40 kilómetros al norte y al sur del Río Somme, en el norte de Francia. Un par de meses antes de la batalla de Somme, y en su último permiso que dispuso en Londres al aprovechar su rápido ascenso como capitán, Nevill decidió comprar cuatro balones (uno por cada pelotón destinado en Somme) con la idea de que mientras sus soldados aguardaban días y días tras las trincheras de un posible ataque o defensa del frente, éstos pudieran hacer algo que les pudiera evadirse de aquellos momentos. Y que mejor que darle patadas a un balón de fútbol, deporte que siempre le apasionó y que desde niño seguía como “supporter” del Everton. Mientras esto ocurría, algunos de los mandos militares entre ellos el comandante Douglas Haig, intentaban avanzar unos pocos metros más al precio que fuese, todo para intentar ganar honores, pero la situación de trincheras cada vez se hacía más complicada.
De ahí que la madrugada del 1 de julio de 1916, cinco minutos antes de las 7’30 horas, sería el momento de la verdad para un total de 14 divisiones británicas, apoyadas por cinco divisiones francesas que se lanzarían al ataque sobre un frente de 28 millas de ancho minado de ametralladoras alem
anas.
Nevill que se presentó voluntario para ser uno de los primeros en saltar al fuego alemán, trasmitió a sus oficiales el deseo de avanzar hacia las trincheras alemanas como antes jamás se había hecho. Esto se haría al saque de potente chut de un balón, es decir tras un “kick off”, desde las primeras líneas aliadas. La idea del joven capitán inglés (que repartió los balones entre los oficiales de su batallón, Bobby Soames, Alex Woodrow y W. Alcock), era que al patearlas a zona enemiga, estas servirían también como un gran acicate (quizás un exceso de arrogancia) para convencer a sus hombres de que el ataque ante los alemanes iba a ser un mero paseo… Este mensaje que fue trasladado entre los batallones y de punta a punta de las trincheras aliadas, sirvió increíblemente de revulsivo en sus soldados. Una batalla que pasaría después a ser una de las más largas y sangrientas de la Primera Guerra Mundial, con más de un millón de bajas entre ambos lados.

Cinco minutos de la hora acordada, W.P. Nevill, fue el primero de todos en saltar de las trincheras que lo protegía, y corriendo tras la pelota que el pateó al aire, encabezó el asalto contra las trincheras alemanas… unos minutos después le seguiría con otra pelota al cielo Bobby Soames…
El campo de batalla se silenció entonces súbitamente, mientras la artillería intentaba localizar la próxima línea de objetivos que marcaba Nevill corriendo entre complicados parapetos. Su pelotón, al que reconocieron después como “el del fútbol”, y que en principio vaciló, después siguió a su capitán.
Una oleada tras otra, aquella clara y cálida mañana de julio, los soldados abandonaban la relativa protección de sus trincheras para caer abatidos sin remisión por las mortíferas ametralladoras “Maxim” germanas.
Nevill ya herido de metralla moriría de forma casi instantáneamente de un cañonazo, pero su país, Inglaterra, conquistaría aquella tierra de nadie y pudo celebrar la batalla como la primera victoria del fútbol inglés en el frente de guerra. Años más tarde los historiadores han coincidido que el propósito principal de aquella sangrienta batalla era distraer a las tropas germanas de la Batalla de Verdún ; sin embargo, las bajas de la batalla del Somme terminaron siendo superiores a las de esta última. La batalla es recordada principalmente por su primer día, 1 de julio de 1916, en el que los británicos sufrieron 57.740 bajas, de las cuales 19.240 fueron mortales. Constituye la batalla más sangrienta en la historia del Ejército Británico. Nevill y muchos de sus compañeros serían enterrados en el cementerio de Montauban en un valle denominado “Squeak Forward Position”.




Al terminar aquel partido con derrota, los jugadores brasileños escaparon por las puertas del estadio vestidos de mujeres y de civiles, mientras que la selección de Uruguay, que tardó más de ocho horas en salir del estadio en previsión de males mayores, se llevó el trofeo de Campeón del Mundo a la ciudad de Montevideo envuelto en varios papeles de periódico.

Quedaba claro y así se daba a entender, que jugando con el apellido del guardameta, la del defensa Curro (haciendo mención a un conocido restaurante de Málaga en donde se pudo tratar el asunto de una posible compra-venta del partido) y la del centrocampista “organizador” Juan Rando, lo que se cantaba apuntaba ciertamente a lo que era un rumor ya extendido por la ciudad. Era en definitiva el dedo cómico y a la vez acusador…
Vela que fue uno de los mejores junto a los goleadores de aquel encuentro, Lima y Toré, me contó que tras lo sucedido en Vélez se estableció primero en Adra, de donde es nativa su mujer. Allí jugó por muy poco espacio de tiempo en el primer equipo de esa localidad. Lugar hasta donde también llegarían los rumores de lo que le había pasado jugando con el C. D. Veleño.
Fue de justicia oírle 48 años después (casi medio siglo esperando) cuando el Vélez C.F. se enfrentaba este año al Adra en el estadio Miramar de esa localidad.


