martes, 16 de junio de 2009

EL "STUKA" QUE VOLÓ POR VÉLEZ

Me gustaría recordar, ahora que se hablan de los traspasos millonarios en el fútbol y en especial del Real Madrid, la figura de Miguel López Torrontegui, un delantero apodado en los años cuarenta de los “stuka”, que un buen día despegó de nuestra tierra para aterrizar con éxito en Sevilla y hacer con sus numerosos goles las delicias en el fútbol nacional y en aquellos seguidores que vieron jugar a una delantera sevillana muy popular, la más potente del fútbol español.

Miguel López Torrontegui que procedía de familia vasca, de ahí su apodo “bilba”, había nacido en Melilla el 14 de julio de 1913 y desde muy pequeño su familia se trasladó a Málaga. De muy joven empezó a jugar en el Sporting de Málaga y alternaba los partidos en Segalerva con otros contratados por el Vélez F.C. para los “match” más importantes.
Era el año 1930 y el comienzo para el club veleño y malagueño del denominado profesionalismo marrón.

“Bilba” como aparecería en varios programas de mano en Vélez-Málaga (foto) compartía alineación en la delantera veleña con, Herrera, Pérez, Plácido y Antonio López Fuentes. Ya a sus dieciséis años mostraba un gran desparpajo como jugador y en ocasiones como capitán del equipo.


Los comentarios sobre su buen juego no tardaron en sobrepasar los límites provinciales de la Costa del Sol. El Sevilla FC se había fijado en sus movimientos y decidió traerse a Nervión a un chaval que por aquel entonces contaba con 19 años. El fichaje o más bien dicho, pase del equipo malagueño al sevillano, se cerraría en septiembre de 1932 por la "escandalosa" cifra de 30.000 pesetas, todo un capital por aquellos entonces. El jugador percibiría 2.500 pesetas al firmar la ficha y tendría un sueldo de 650 pesetas al mes.

Ese chaval que debutó ante el eterno rival, el Betis (0-0), no tardaría en despuntar. Las dos primeras temporadas no dispuso de todos los minutos que quisiera. Pero en la campaña 34-35, en la que los sevillistas disputaban su primera campaña en la división de oro del fútbol español, y ya con el nombre de Torrontegui, disputó 21 partidos y logró 8 goles, siendo el segundo máximo artillero, sólo superado por el magnífico Campanal, que logró la increíble cifra de 20 dianas en 21 partidos.

Fue esa temporada cuando se empezó a configurar la mítica delantera “stuka”, la mejor que ha tenido el Sevilla en todos los tiempos y que, a pesar de que ya han pasado más de sesenta años, sigue siendo la más recordada y vanagloriada por el sevillismo.

Lo de “stuka” estaba tomado del nombre de los aviones alemanes que marcaban en esos años la supremacía y el dominio del espacio aéreo europeo y que devoraban desde el aire, unas veces a otros aviones y las más arrasaban a ciudades completas con sus mortíferos bombardeos.
A Torrontegui, le acompañaban en la línea de ataque el mítico Pepe López y el infalible Campanal. Por ello, no fue fruto de la casualidad que ese año el Sevilla se alzara con la Copa de España. Tras derrotar por un contundente 3-0 al Sabadell en Madrid, el equipo hispalense conseguía su primer título.

El año siguiente no fue bueno ni para el Sevilla ni para el astro que siempre se sintió más malagueño que melillense. Luego vino la guerra y después de la guerra el ataque letal de los “stuka”. Estaban todos: Raimundo, Campanal, López, Pepillo, Berrocal y, como no, Torrontegui. Esa campaña se descubrió la faceta polivalente del jugador de la plaza española norteafricana. Su posición natural era la de interior derecho, si bien era un jugador con una enorme capacidad para amoldarse a cualquier puesto de la media y el ataque.


Resultaba que había seis stukos para tan sólo cinco puestos y, en este sentido, Torrontegui siempre era un comodín. Llegó a jugar hasta en siete posiciones diferentes. Y, precisamente en ese año, consiguió el subcampeonto de Liga, siendo superado el equipo sevillano por un solo punto por el Atlético de Madrid.Su mejor campaña a nivel personal fue la temporada 40-41.


Es en esa campaña el ya C.D. Málaga inauguró en partido amistoso contra el Sevilla el estadio La Rosaleda, fue el 14 de septiembre de 1941. Unas instalaciones que bendijo el capellán del club, Luis Vera Ordaz, y que fue madrina del acontecimiento María Luisa Alonso, hija del alcalde de Málaga, Pedro Luis Alonso. Venció el Málaga por 3-2, pero los caprichos del destino quisieron que fuera Torrontegui el jugador que anotará el primer gol en este estadio.

Ese mismo año tanto él, como Campanal y Raimundo, descosieron a base de goles las porterías rivales. Goleadas míticas como la del 11-1 al C.F. Barcelona, el 10-3 al Valencia y el 8-3 al Hércules son algunos ejemplos del severo castigo que los sevillistas impartían a los porteros rivales. En 17 partidos, marcó 14 goles, tres de ellos en la escandalosa goleada ante los culés. Posiblemente el equipo nervionense de aquellos años ha sido el mejor que ha tenido el Sevilla en toda su historia.

En la 41-42 más de lo mismo y en la 42-43 otro subcampeonato liguero. Esta vez los stuka fueron superados en la tabla por el Atlhetic de Bilbao por tan sólo tres puntos de diferencia. Esa temporada Torróntegui fue casi siempre suplente, aunque su aportación goleadora, como era habitual, fue clave para que su equipo cuajara una sensacional campaña. Su carrera llegaba a su fin. Él lo sabía y decidió retirarse en la cima. Recibió un gran homenaje de la afición sevillista y, tras colgar las botas, siguió vinculado al club como secretario técnico y como directivo durante la presidencia del Marqués de Sotohermoso y de Manuel Zafra.


Miguel “Bilba” Torrontegui unos meses antes de morir, el 1 de abril de 2000, recibió la medalla de Andalucía. Los que tuvimos la suerte de hablar con el en más de una ocasión y visitarle en el Circulo de Labradores de Sevilla, nos dejó siempre la grata impresión de un hombre sencillo que dividió su corazón entre la Málaga marinera y las competiciones en yola en el Real Club Mediterráneo y la celebración del gol con las elásticas del Sporting de Málaga, Vélez F.C. y el Sevilla, los tres equipos en los que jugó.