viernes, 7 de mayo de 2010

EL GOL OLÍMPICO

Se habla en estos días del magnífico gol olímpico anotado por el jugador portugués del Málaga C.F., Sergio Barbosa "Duda" al Ath. de Bilbao. Goles olímpicos de los que muchos de ellos, pasaron desapercibidos en los anales de nuestro fútbol.

En la tarde del 19 de octubre de 1923 y en un partido demostrativo de football celebrado en la desaparecida plaza de toros que estaba situada en el entonces conocido Huerto del Carmen de Vélez-Málaga, un jugador del recién fundado Sociedad Recreativa Vélez F.C. el extremo izquierda Manolo Jurado anotaría dos goles al Iberia Balompié de fuerte “shoot directo” y desde el punto de corner.

Dos tantos no sin polémica, ya que los dos “goals” fueron, primero debatidos y después anulados al entender “los más entendidos” de aquel pionero football, que esa situación anteriormente nunca vista, no estaba ciertamente tratada en el reglamento. No podía ser, que desde la misma esquina del rectángulo de juego, se pudieran anotar de un “shoot” único y raro, acaso el primero que se había registrado en los anales del football veleño, goles de esa factura y ¡así por que así!

Un año, cuatro meses y catorce días después, el 2 de octubre de 1924, en la Argentina, sucedió un hecho similar al de Manolo Jurado (foto) y que se transformó en un hito del fútbol argentino y mundial: la consecución del primer gol olímpico, una rareza que tiene lugar en muy pocas ocasiones dadas las dificulta­des que ofrece. En efecto, el hecho de que la línea de los postes corra rectamente has­ta el extremo desde el cual se ejecuta el cor­ner, obliga a imprimirle a la pelota un giro parabólico, un "efecto" semejante al de la bo­la de billar en ciertos tiros.



Hasta septiembre de 1924, la reglamenta­ción internacional vigente en la Argentina no reconocía validez al gol anotado desde el ángulo formado por las líneas de meta y de banda.
En la práctica, el corner era un lanzamiento indirecto que se traducía en un tiro al área, esperando la entrada del atacante o el fallo del defensor.

Pero en ese mes y año, la reglamentación fue modificada en el sentido de reconocer co­mo válido el tiro directo. Esa modificación, como otras de aquel en­tonces, no tuvo en su momento la trascendencia que le darían los hechos sucedidos con posterioridad.
Eran tiempos de comunicación lenta, realizada por vía de cartas que tenían que ser traducidas y a su vez transmitidas a las ligas, para que éstas las dieran a conocer a los clubes y éstos a los jugadores. O sea que en la rueda buro­crática bien podía darse que tal o cual cambio en el reglamento pasara inadvertido.

Esto fue lo que sucedió aquél día de octubre de 1924 en campo del Sportivo Barracas en el Parque Pereyra sobre la que hoy es la actual avenida Vélez Sársfield: casi todos los presentes ignoraban la nueva reglamentación, salvo el árbitro, el uruguayo Ricardo Vallarino, quién otorgó el tanto en medio de la sorpresa general.


En la tarde de aquel jueves, la Selección de Argentina se medía con la de Uruguay, reciente campeón olímpico en un partido amistoso. Cesáreo Onzari, extremo izquierdo argentino que jugaba en el Huracán, ejecutó un corner y la pelota entró directa en el arco. Fue un triunfo memorable de los argentinos por 2-1 sobre los campeones olímpicos.

Más de 30.000 personas fueron testigos de aquel hecho memorable. La novedosa conquista dejó huella y, desde entonces, cada gol convertido como "Onzari a los olímpicos" pasó a denominarse primero en toda América y después en algunos países de Europa, como gol olímpico.
En una vieja publicación que encontré y compré en Ebay no hace mucho tiempo, titulada "El Deporte", el periodísta Oscar Barnade cuenta que “El clásico rioplatense acrecentó su fama luego de la consagración de Uruguay en los Juegos Olímpicos de París. Apenas llegaron los olímpicos a Montevideo, se organizaron dos amistosos con Argentina”.



El primero se jugó el 21 de septiembre en Montevideo y finalizó 1-1. Una semana después se disputó la revancha en la ciudad de Buenos Aires". "La cancha de Sportivo Barracas (continúa contando Barnade) tenía capacidad para 40.000 espectadores. Pero la expectativa del encuentro superó todos los cálculos: se vendieron 42.000 entradas (35.000 populares a un dólar y 7.000 plateas a 3). Sumando los invitados, los socios y los "colados", ese día hubo 52.000 personas para el diario "La Nación" y casi 60.000 para "La Razón".
El partido se inició con mucho público al borde de la línea lateral y, cuando apenas iban cuatro minutos de juego, el árbitro Vallarino decidió suspender el partido. Hubo incidentes y algunos heridos.
Se organizó entonces la continuación del encuentro para el jueves 2 de octubre y se tomaron varias medidas, entre ellas la de cercar el campo de juego con un alambrado de un metro y medio de alto. Si bien ya existían varios estadios alambrados en Buenos Aires y en Montevideo, desde entonces pasó a llamarse alambrado olímpico.

También se restringió la cantidad de entradas a la venta y se aumentó su precio: se vendieron 15.000 populares a 2 dólares y 5.000 plateas a 5. De ese modo, con el agregado de invitados, los espectadores llegaron sólo a la cifra de 30.000.
Para la ocasión, los equipos formaron de la siguiente manera:
Uruguay: Mazzali; Nasazzi y Uriarte; Andrade, Zibecchi y Zingone; Urdinarán, Scarone, Petrone, Cea y Romano.Por su parte, Argentina lo hizo con: Tesorieri; Adolfo Celli y Bearzotti; Médice, Fortunato y Solari; Tarascone, Ernesto Celli, Sosa, Seoane y Onzari.



A los 15 minutos del primer tiempo, en un córner desde la izquierda, Onzari cacheteó la pelota que describió una curva y se metió junto al primer palo, superando el esfuerzo del arquero Mazzali para sacudir la red. Los uruguayos pensa­ron, en un primer momento, que correspondía una nueva ejecución puesto que ese gol no estaba en los libros, pero allí surgió el árbitro (que tenía conocimiento de la modifica­ción reglamentaria) marcando el centro del campo y dictaminando la incuestionable existencia del tanto.




Cea conquistó el empate para Uruguay a los 29 minutos y Tarasconi aumentó a los ocho del segundo tiempo para Argentina, que terminó ganando 2-1 a pesar de que el partido no finalizó porque el equipo uruguayo se retiró faltando cuatro minutos. Los argentinos acusaron a los uruguayos por el juego brusco, del que fue víctima Adolfo Celli, quien sufrió fractura de tibia y peroné y debió ser reemplazado por Ludovico Bidoglio. Los uruguayos también se quejaron de la incultura del público argentino, que agredió a los jugadores con piedras y botellas.
Héctor Scarone le pegó una patada a un policía y terminó en la comisaría. Más allá de los incidentes, todos destacaron el extraño gol de Onzari.


"Tengo la seguridad de haber actuado a conciencia (dijo el árbitro uruguayo al diario 'La Nación' del día siguiente), en ningún momento dejé de cumplir mi misión en la forma en que entendía debía hacerlo. Prueba de ello, los goles que sancioné, el primero de los cuales directamente de un córner, aún cuando esa nueva disposición del reglamento oficial no nos ha sido comunicada a los referees de la Asociación Uruguaya de Football".

Cesáreo Onzari
relató así el gol en otro reportaje: “Me salió porque tenía que salir. Quizá el arquero uruguayo Mazzali se había levantado con el pie izquierdo ese día, por que nunca más volví a marcar otro como ese. Puede ser que el guardián oriental, acosado por mis compañeros Gabino Sosa y Ernesto Celli haya perdido la estabilidad. Pero lo cierto es que cuando vi la pelota dentro del arco, no lo podía creer”.
Por su parte, el diario "La Razón" le dedicó un párrafo especial asegurando que hacía 15 días se sabía de la nueva reglamentación y que "esta sanción se ha producido en una oportunidad propicia y que será recordada siempre".

El historiador del Centro para la Investigación de la Historia del Fútbol (CIHF), Jorge Gallego aclara que "la regla fue modificada por la International Board el 14 de junio de 1924 y el primer gol directo de corner se produjo al parecer, el 21 de agosto en un partido de la Segunda División de Escocia. Su autor fue Billy Alston".

Por alguna razón, el gol del escocés jamás logró la trascendencia del de Cesáreo Onzari, quien nació el 22 de febrero de 1903 y sus primeros pasos en el fútbol los realizó en el Club Almagro, de su barrio natal. Luego siguió en el Club Mitre, una institución de efímera existencia en los albores del fútbol argentino, para pasar luego a Huracán en 1921, en donde se quedó para siempre.

Allí consiguió cuatro títulos (1921, 1922, 1925 y 1928) y jugó hasta 1933. En la Selección Argentina disputó 15 partidos e hizo 4 goles. Un sector de plates del estadio Tomás Adolfo Ducó del Club Huracán, lleva su nombre. Abandonó la práctica deportiva con apenas 28 años de edad y falleció en Buenos Aires el 6 de enero de 1964.

Como si no fuera suficiente, aquél día también se realizó la primera transmisión de fútbol en el Río de la Plata, inaugurando una gran costumbre para los argentinos: la de escuchar fútbol por la radio. Horacio Martínez Seeber, un inquieto radioaficionado interesado en el periodismo y Atilio Casime, jefe de Deportes del diario "Crítica", transmitieron el primer partido de la historia por LOR Radio Argentina.

Esta emisora pionera del país y que había iniciado sus emisiones en 1920, narró los tumultos e incidentes del comienzo del encuentro el domingo 28 de septiembre con las voces de Martínez Seeber y Casime, y retornó al estadio el jueves 2 de octubre para contar los 86 minutos restantes. No se trató de un relato clásico, del tipo de los que en hoy en día se escuchan, sino de una simple descripción de las incidencias del juego. Martínez Seeber, un profundo conocedor de los aspectos técnicos de la entonces denominada “radiotelefonía”, tenía la licencia oficial de radioaficionado número 1, otorgada por el Ministerio de Marina y esa tarde hizo a la vez de relator, comentarista y técnico. Instaló tres micrófonos en el puesto al borde del campo de juego: uno para él, otro para Casime y el tercero de ambiente, para registrar el enorme bullicio del partido internacional.

Cinco años después de todo lo contado en Argentina, en una Feria de San Miguel 1929, otro jugador del pionero Vélez F.C., el zurdo llegado desde Almogía, Antonio López Fuentes (abuelo del que es hoy jugador del Vélez, Benji) haría un gol en el viejo campo del Tejar de Pichelín al equipo del Real Málaga F.C.


Se dio la paradoja que esta vez ese gol olímpico veleño, sí que fue valido y además sirvió “evitando las comparaciones” para ganar el partido y además hacerse con la copa que donada el Ayuntamiento veleño, algo “similar” a lo que les pasó a los argentinos frente a los uruguayos campeones olímpicos.


Goles olímpicos que se celebran de manera especial, ya sea por la notable dificultad en poderlos conseguir o por lo inesperado que resulta que desde el córner el balón entre directo a la portería entre tanta nube de jugadores.
Los jugadores veleños, Julio y Javi Fernández ya lo consiguieron en las dos últimas campañas.