lunes, 16 de agosto de 2010

CASAMAYOR, EL PRIMER GUARDAMETA

Cada recuerdo, cada instante vivido, cada campeonato, cada gol, cada lágrima, cada anécdota, cada triunfo, cada derrota... es siempre interesante de conocer. Todo, absolutamente todo es una huella de nuestra existencia, de nuestra presencia que nada ni nadie debería de borrar jamás.

Por ello en este blog nos gusta recordar a personajes que relacionados con nuestro primer equipo de fútbol fueron importantes en la historia del club.

Estas líneas tocan la semblanza del que fue el primer portero en el fútbol veleño, que no es otro que, José Casamayor Mira.

Actualmente y hasta que el equipo del Vivar Téllez no cierre en breve su segundo portero para esta campaña 2010-11, por la historia del Vélez C.F. y C.D. Veleño, han pasado un total de 93 guardametas (todos ellos fielmente censados) que actuaron oficialmente bajo los tres palos.

José Casamayor además tiene junto a los hermanos Castaño, Esclapez y los Jurado y junto a la figura de Juan Barranquero, el honor de haber sido uno de los jugadores-fundadores más jóvenes de la pionera Sociedad Deportiva Vélez Football Club en los comienzos de los años veinte.




Dicen que para el puesto de portero hay que nacer, o que uno debe de estar un poco loco, sin embargo nuestro primer "goalkeeper" como así de início se denominaban, fue probando puestos en el equipo hasta quedarse con el que decía que era, "El más aseado y en el que se tapaba más el cuerpo".
Recordar que por entonces, aquello de ver a jóvenes correr en una explanada o en cualquier calle del pueblo y darle patadas a una dura pelota de cuero, era una cosa ciertamente mal vista, como lo era el sudar...

Se decía por entonces "Ya no se juega en mi pueblo a pelota con la mano, ahora se juega a patadas, y dícen que adelantamos..."

Casamayor defendió la portería en los momentos del início y complicado nacimiento de nuestro fútbol, es más, diseñó las porterias de "quita y pon" que en algunas ocasiones portaba a hombros junto a sus compañeros de equipo, si el caso así lo recurría, para jugar contra otros rivales de interés y de cierta seriedad.

Porterías que fueron fabricadas en la vieja carpintería de Fúnez, compañero más tarde del equipo, y que estuvieron ancladas tanto en la vieja estación del tren, trasladadas a la Plaza de Toros (donde el Vélez jugó partidos) o en el Tejar de Pichelín en 1928, donde después en tiempo de guerra, sirvieron junto a las puertas de ese recinto, para hacer fuego y refugiar a las personas que por allí cerca vivían, hablamos de la popular Calle Alberquilla.


Las mallas, estaban hechas con trozos de diferentes redes de sardinales que se procuraban conseguir de algunos amigos de Torre del Mar.

De estatura media y de delgada constitución física, Casamayor, poseía unas manos muy seguras y (en opinión de los que le conocieron en su época de jugador y tuve el gusto de entrevistar) se definía ágil y valiente, se defendía bien en las salidas con un punterazo y su fuerte era la intuición de la jugada con una no menos, buena colocación bajo los palos.

Cuentan de él, que le gustaba la poesía y el tango, hasta el punto que imitaba perfectamenta a Carlos Gardel, con el que tenía cierto parecído, y que además, era un excelente jugador de ajedrez.

Precisamente Casamayor fue el artífice de conseguir que la primera equipación del Vélez, (enteramente blanca, con medias de la época, blanca con vuelta negra) fuese donada por un amigo de él, el empresario veleño, Antonio Piédrola Giménez.


Entre 1922 y 1929 fue uno de los pesos pesados del equipo, y su puesto cuando éste no podía jugar por razón de sus estudios en Granada o de lesión, lo ocupa Manuel Ocaña Díaz, apodado en la ciudad como "Batatero" (su padre tenía un puesto de batata en la Plaza de las Carmelitas) y del que cuentan que al no saber blocar bien aquellos duros balones (apenas había técnica para ello) en más de una ocasión sufrío fracturas de costilla, ematomas estomacales y derrame pleural que le hicieron muy pronto dejar el fútbol.


Es por ello que junto a "Batatero" aparecerían paulatinamente otros nombres en el puesto de portero, así recordamos (entre los años 20 al 36) a Antonio Domínguez "Paulilla", Albarracín, Espinosa, Maura, Pepe Franco, José Fernández Molina "Manco", entre otros muchos...

Con la Guerra Civil, muchos fueron los problemas que suscitaron e impidieron la práctica del fútbol en nuestra ciudad, Casamayor, fue implicado en varios sucesos por sus ideas iluminadas o progresistas, hasta el punto, que fue condenado a la pena de muerte por un delito que no comtió. Afortunadamente Rodrigo Vivar Téllez como Juez Togado Militar le ayudó "a cambiar" la pena de muerte por el de destierro.

Una tierra que no volvería a pisar hasta su vuelta en los años setenta. Sus últimos días los vivió en Torre del Mar, en la casa de su hermanastro, Antonio Bellido Lucena, donde tuve la suerte de conocerle a finales de 1995, un año antes de que falleciera a los 88 años.

Quede como reflejo a como él mismo se describía, parte del siguiente verso:

"Una mente soñadora, que hizo el bien cuando pudo,
que amó una eternidad en una hora,
que llevaba un abrazo por saludo
y que hizo del camino una sonrisa"


He aquí nuestro recuerdo al primer guardameta en la historia del Vélez C.F., José Casamayor Mira, un tipo enamorado de la cultura y el fútbol. Y que sin temor a equivocarnos, al que en ideas autárquicas, nadie alcanzó a batir su particular meta.

miércoles, 11 de agosto de 2010

LIMA, EL ARIETE DEL VIVAR TÉLLEZ

Suelen decir los más veteranos del lugar, que hubo un tiempo en el que los mejores futbolistas eran los que salían al terreno de juego a sudar la camiseta y a divertirse. Pasar un buen rato ellos y hacérselo pasar a aquel público entusiasta que les contemplaba.
Así debió ser a juzgar por la emoción que los más entendidos sienten al evocar jornadas ya míticas de un pasado bastante alejado aunque no olvidado. En Vélez-Málaga, sin ir más lejos, la evocación de la historia del primer equipo de su pueblo es más bien poca, unos porque al ser más jóvenes no la conocieron y otros ya por su veteranía, la van perdiendo merced a los años y a la falta de memoria.

Poco es el legado que queda de su historia si no fuese por éste romántico del equipo que uno ama y que intenta plasmar sus historias con la idea de que se conozcan, y que con el orgullo que uno siente, acabe recordandose como una efemérides bien contada, o si es el caso de una anécdota, bien desarrollada. Es decir, una obra desinteresadamente bien hecha.
En mi particular, esto es casi una entrega religiosa, una fe ciega que me ha hecho hablar, recordar o sacar a luz esta vida que nos ha tocado, algunos acontecimientos importantes o semblanzas bien merecidas a jugadores, entrenadores, o personajes peregrinos de nuestro fútbol, mis auténticos héroes.
Uno de estos y que militó en el C.D. Veleño en la campaña 60-61, es Antonio Lima Romero, el inconfundible “media naranja goleadora” junto al veleño Antonio Toré en la primera campaña del equipo entrenado por Juan Antonio Aparicio en Tercera División y que hicieron del gol su satisfacción más personal y familiar entre compañeros de equipo y aficionados.
No es mi intención comparar a este jugador con otros futbolistas que pasaron por el fútbol nacional o el equipo veleño en su historia, y que por su velocidad u olfato goleador, en algún momento le apodaron “El Gamo” o "Ariete" y que como segunda opción apostillaban con el nombre del estadio donde jugaba o en el que hizo diabluras por la banda en la que se desenvolvía.
A Antonio Lima se le podría perfectamente denominar “El ariete del Vivar Téllez”, como en su momento se le apodó al vasco, Piru Gainza el Gamo de Dublín o Joaquín Peiró el “Galgo del Metropolitano”…
Un futbolista ambidiestro que ocupó el puesto de delantero centro por su enorme disparo, fuerza y envergadura.

Nacido en Marbella el 25 de enero de 1935, se inició en el fútbol en las categorías inferiores del equipo representativo en su ciudad con el que llegó a jugar en la antigua Primera Categoría Regional de aquellos años cincuenta.
No olvidó los estudios, y por ello marchó a Madrid donde se licenció como Profesor de Educación Física. Es en ese tiempo de estudios cuando en edad juvenil prueba con grata impresión por el Real Madrid amateur y alternando su segundo deporte, el Atletismo, donde obtiene en Madrid en el año 1953 el título de Campeón de España de 100 metros lisos con un crono de 11´2, dos años antes se proclamaría segundo de España en el 200 celebrado en Miéres (Asturias) y un tercer puesto nacional en los relevos 4 x100.
Está claro que ese punto de velocidad en un joven de 1.81 y de no más de 70 kilos, le ayudaría y bastante en la práctica del fútbol.


Tras su periplo militar en Cádiz, donde se enrola en el Recreativo San Fernando y pasar después (1957) al C.D. San Fernando, es fichado a su vuelta a Málaga, por el Atlético Malagueño.
Sus condiciones futbolísticas, su rapidez y la ventaja de ser un jugador ambidiestro, no pasan desapercibidas por Juan Antonio Aparicio para que forme parte del primer equipo veleño que jugaría en Tercera División.
Costó trabajo ficharlo, hasta el punto que Aparicio, según Lima el mejor entrenador que ha tenído, adelantáse de su dinero (22.000 mil pesetas de aquella época) para que el Club Deportivo Veleño pudiera hacerse con los servicios del futbolista y así tenerlo en el equipo que estaba formando. Sin duda fueron un acierto enorme tanto el trámite y el resultado de su fichaje.
Lima formaría, como hemos referido antes, tándem goleador con Antonio Torés, en una campaña nueva para el fútbol de Vélez-Málaga.
Si Toré tiene en su haber el marcar el gol 1 y 100 del equipo veleño en Tercera división, Antonio Lima lo tiene en ser el primero en anotarlo en esta categoría en el estadio Vivar Téllez. Fue ante el Adra en segunda jornada de liga en un encuentro que se perdía por 0-2 y que los de Aparicio (18 de septiembre de 1960) remontarían con goles de Lima y Espinosa.
Vemos la foto tras la alineación que citamos y que formaría con; Vela; Liñán, Rando, Curro; Botana, Machado; Espinosa, Lima, Torés, Requena y Sarmiento. Cubríria el único cambio del equipo, Aurelio Muñoz, como portero suplente.


Por fortuna, trabajo y juego, el destino sonrió al equipo de Aparicio, y los Lima y Toré (tanto marcan, marcan tanto) ofrecieron muchas tardes de éxito al equipo Veleño, tantas que ambos encabezaron eso que se llama "ranking goleador" de aquella histórica campaña.
En especial aquella primera visita a La Rosaleda, ya recordada en un artículo en este blog (poner en el buscador "Aquel partido maravilloso") en el que Lima y Torés le dan con sus goles la primera victoria veleña (1-2) ante el Atlético Malagueño.
Uno de los días más recordados en el aficionado de Vélez-Málaga que dejó vacío su pueblo, para llenar los muchos vagones del antiguo ferrocarril Suburbano que se fletaron y así poder ver aquel partido que tanta expectación levantó.

Lima queda junto a todos los demás jugadores de aquel equipo de la 60-61 (medio siglo atrás) como uno de los grandes, aquel delantero rápido, hábil, vertical y goleador, héroe de tardes inolvidables y de avances en el área rival. Aquella que corrió hasta que se enamoró de Maru, su fiel compañera y esposa en el viaje de la vida y entregó su tiempo a ella a los 26 años y a la disciplina por la que se licenció, la Educación en el deporte. Volvió a jugar años más tarde en el C.D. Fuengirola de Ramoní y poco después, lo dejó.
Es nuestro recuerdo en este blog al Ariete … del Vivar Téllez.
Un honor el poder conocerle.

(fotos archivo de Antonio Lima y Jesús Hurtado)

viernes, 7 de mayo de 2010

EL GOL OLÍMPICO

Se habla en estos días del magnífico gol olímpico anotado por el jugador portugués del Málaga C.F., Sergio Barbosa "Duda" al Ath. de Bilbao. Goles olímpicos de los que muchos de ellos, pasaron desapercibidos en los anales de nuestro fútbol.

En la tarde del 19 de octubre de 1923 y en un partido demostrativo de football celebrado en la desaparecida plaza de toros que estaba situada en el entonces conocido Huerto del Carmen de Vélez-Málaga, un jugador del recién fundado Sociedad Recreativa Vélez F.C. el extremo izquierda Manolo Jurado anotaría dos goles al Iberia Balompié de fuerte “shoot directo” y desde el punto de corner.

Dos tantos no sin polémica, ya que los dos “goals” fueron, primero debatidos y después anulados al entender “los más entendidos” de aquel pionero football, que esa situación anteriormente nunca vista, no estaba ciertamente tratada en el reglamento. No podía ser, que desde la misma esquina del rectángulo de juego, se pudieran anotar de un “shoot” único y raro, acaso el primero que se había registrado en los anales del football veleño, goles de esa factura y ¡así por que así!

Un año, cuatro meses y catorce días después, el 2 de octubre de 1924, en la Argentina, sucedió un hecho similar al de Manolo Jurado (foto) y que se transformó en un hito del fútbol argentino y mundial: la consecución del primer gol olímpico, una rareza que tiene lugar en muy pocas ocasiones dadas las dificulta­des que ofrece. En efecto, el hecho de que la línea de los postes corra rectamente has­ta el extremo desde el cual se ejecuta el cor­ner, obliga a imprimirle a la pelota un giro parabólico, un "efecto" semejante al de la bo­la de billar en ciertos tiros.



Hasta septiembre de 1924, la reglamenta­ción internacional vigente en la Argentina no reconocía validez al gol anotado desde el ángulo formado por las líneas de meta y de banda.
En la práctica, el corner era un lanzamiento indirecto que se traducía en un tiro al área, esperando la entrada del atacante o el fallo del defensor.

Pero en ese mes y año, la reglamentación fue modificada en el sentido de reconocer co­mo válido el tiro directo. Esa modificación, como otras de aquel en­tonces, no tuvo en su momento la trascendencia que le darían los hechos sucedidos con posterioridad.
Eran tiempos de comunicación lenta, realizada por vía de cartas que tenían que ser traducidas y a su vez transmitidas a las ligas, para que éstas las dieran a conocer a los clubes y éstos a los jugadores. O sea que en la rueda buro­crática bien podía darse que tal o cual cambio en el reglamento pasara inadvertido.

Esto fue lo que sucedió aquél día de octubre de 1924 en campo del Sportivo Barracas en el Parque Pereyra sobre la que hoy es la actual avenida Vélez Sársfield: casi todos los presentes ignoraban la nueva reglamentación, salvo el árbitro, el uruguayo Ricardo Vallarino, quién otorgó el tanto en medio de la sorpresa general.


En la tarde de aquel jueves, la Selección de Argentina se medía con la de Uruguay, reciente campeón olímpico en un partido amistoso. Cesáreo Onzari, extremo izquierdo argentino que jugaba en el Huracán, ejecutó un corner y la pelota entró directa en el arco. Fue un triunfo memorable de los argentinos por 2-1 sobre los campeones olímpicos.

Más de 30.000 personas fueron testigos de aquel hecho memorable. La novedosa conquista dejó huella y, desde entonces, cada gol convertido como "Onzari a los olímpicos" pasó a denominarse primero en toda América y después en algunos países de Europa, como gol olímpico.
En una vieja publicación que encontré y compré en Ebay no hace mucho tiempo, titulada "El Deporte", el periodísta Oscar Barnade cuenta que “El clásico rioplatense acrecentó su fama luego de la consagración de Uruguay en los Juegos Olímpicos de París. Apenas llegaron los olímpicos a Montevideo, se organizaron dos amistosos con Argentina”.



El primero se jugó el 21 de septiembre en Montevideo y finalizó 1-1. Una semana después se disputó la revancha en la ciudad de Buenos Aires". "La cancha de Sportivo Barracas (continúa contando Barnade) tenía capacidad para 40.000 espectadores. Pero la expectativa del encuentro superó todos los cálculos: se vendieron 42.000 entradas (35.000 populares a un dólar y 7.000 plateas a 3). Sumando los invitados, los socios y los "colados", ese día hubo 52.000 personas para el diario "La Nación" y casi 60.000 para "La Razón".
El partido se inició con mucho público al borde de la línea lateral y, cuando apenas iban cuatro minutos de juego, el árbitro Vallarino decidió suspender el partido. Hubo incidentes y algunos heridos.
Se organizó entonces la continuación del encuentro para el jueves 2 de octubre y se tomaron varias medidas, entre ellas la de cercar el campo de juego con un alambrado de un metro y medio de alto. Si bien ya existían varios estadios alambrados en Buenos Aires y en Montevideo, desde entonces pasó a llamarse alambrado olímpico.

También se restringió la cantidad de entradas a la venta y se aumentó su precio: se vendieron 15.000 populares a 2 dólares y 5.000 plateas a 5. De ese modo, con el agregado de invitados, los espectadores llegaron sólo a la cifra de 30.000.
Para la ocasión, los equipos formaron de la siguiente manera:
Uruguay: Mazzali; Nasazzi y Uriarte; Andrade, Zibecchi y Zingone; Urdinarán, Scarone, Petrone, Cea y Romano.Por su parte, Argentina lo hizo con: Tesorieri; Adolfo Celli y Bearzotti; Médice, Fortunato y Solari; Tarascone, Ernesto Celli, Sosa, Seoane y Onzari.



A los 15 minutos del primer tiempo, en un córner desde la izquierda, Onzari cacheteó la pelota que describió una curva y se metió junto al primer palo, superando el esfuerzo del arquero Mazzali para sacudir la red. Los uruguayos pensa­ron, en un primer momento, que correspondía una nueva ejecución puesto que ese gol no estaba en los libros, pero allí surgió el árbitro (que tenía conocimiento de la modifica­ción reglamentaria) marcando el centro del campo y dictaminando la incuestionable existencia del tanto.




Cea conquistó el empate para Uruguay a los 29 minutos y Tarasconi aumentó a los ocho del segundo tiempo para Argentina, que terminó ganando 2-1 a pesar de que el partido no finalizó porque el equipo uruguayo se retiró faltando cuatro minutos. Los argentinos acusaron a los uruguayos por el juego brusco, del que fue víctima Adolfo Celli, quien sufrió fractura de tibia y peroné y debió ser reemplazado por Ludovico Bidoglio. Los uruguayos también se quejaron de la incultura del público argentino, que agredió a los jugadores con piedras y botellas.
Héctor Scarone le pegó una patada a un policía y terminó en la comisaría. Más allá de los incidentes, todos destacaron el extraño gol de Onzari.


"Tengo la seguridad de haber actuado a conciencia (dijo el árbitro uruguayo al diario 'La Nación' del día siguiente), en ningún momento dejé de cumplir mi misión en la forma en que entendía debía hacerlo. Prueba de ello, los goles que sancioné, el primero de los cuales directamente de un córner, aún cuando esa nueva disposición del reglamento oficial no nos ha sido comunicada a los referees de la Asociación Uruguaya de Football".

Cesáreo Onzari
relató así el gol en otro reportaje: “Me salió porque tenía que salir. Quizá el arquero uruguayo Mazzali se había levantado con el pie izquierdo ese día, por que nunca más volví a marcar otro como ese. Puede ser que el guardián oriental, acosado por mis compañeros Gabino Sosa y Ernesto Celli haya perdido la estabilidad. Pero lo cierto es que cuando vi la pelota dentro del arco, no lo podía creer”.
Por su parte, el diario "La Razón" le dedicó un párrafo especial asegurando que hacía 15 días se sabía de la nueva reglamentación y que "esta sanción se ha producido en una oportunidad propicia y que será recordada siempre".

El historiador del Centro para la Investigación de la Historia del Fútbol (CIHF), Jorge Gallego aclara que "la regla fue modificada por la International Board el 14 de junio de 1924 y el primer gol directo de corner se produjo al parecer, el 21 de agosto en un partido de la Segunda División de Escocia. Su autor fue Billy Alston".

Por alguna razón, el gol del escocés jamás logró la trascendencia del de Cesáreo Onzari, quien nació el 22 de febrero de 1903 y sus primeros pasos en el fútbol los realizó en el Club Almagro, de su barrio natal. Luego siguió en el Club Mitre, una institución de efímera existencia en los albores del fútbol argentino, para pasar luego a Huracán en 1921, en donde se quedó para siempre.

Allí consiguió cuatro títulos (1921, 1922, 1925 y 1928) y jugó hasta 1933. En la Selección Argentina disputó 15 partidos e hizo 4 goles. Un sector de plates del estadio Tomás Adolfo Ducó del Club Huracán, lleva su nombre. Abandonó la práctica deportiva con apenas 28 años de edad y falleció en Buenos Aires el 6 de enero de 1964.

Como si no fuera suficiente, aquél día también se realizó la primera transmisión de fútbol en el Río de la Plata, inaugurando una gran costumbre para los argentinos: la de escuchar fútbol por la radio. Horacio Martínez Seeber, un inquieto radioaficionado interesado en el periodismo y Atilio Casime, jefe de Deportes del diario "Crítica", transmitieron el primer partido de la historia por LOR Radio Argentina.

Esta emisora pionera del país y que había iniciado sus emisiones en 1920, narró los tumultos e incidentes del comienzo del encuentro el domingo 28 de septiembre con las voces de Martínez Seeber y Casime, y retornó al estadio el jueves 2 de octubre para contar los 86 minutos restantes. No se trató de un relato clásico, del tipo de los que en hoy en día se escuchan, sino de una simple descripción de las incidencias del juego. Martínez Seeber, un profundo conocedor de los aspectos técnicos de la entonces denominada “radiotelefonía”, tenía la licencia oficial de radioaficionado número 1, otorgada por el Ministerio de Marina y esa tarde hizo a la vez de relator, comentarista y técnico. Instaló tres micrófonos en el puesto al borde del campo de juego: uno para él, otro para Casime y el tercero de ambiente, para registrar el enorme bullicio del partido internacional.

Cinco años después de todo lo contado en Argentina, en una Feria de San Miguel 1929, otro jugador del pionero Vélez F.C., el zurdo llegado desde Almogía, Antonio López Fuentes (abuelo del que es hoy jugador del Vélez, Benji) haría un gol en el viejo campo del Tejar de Pichelín al equipo del Real Málaga F.C.


Se dio la paradoja que esta vez ese gol olímpico veleño, sí que fue valido y además sirvió “evitando las comparaciones” para ganar el partido y además hacerse con la copa que donada el Ayuntamiento veleño, algo “similar” a lo que les pasó a los argentinos frente a los uruguayos campeones olímpicos.


Goles olímpicos que se celebran de manera especial, ya sea por la notable dificultad en poderlos conseguir o por lo inesperado que resulta que desde el córner el balón entre directo a la portería entre tanta nube de jugadores.
Los jugadores veleños, Julio y Javi Fernández ya lo consiguieron en las dos últimas campañas.

viernes, 19 de febrero de 2010

AQUEL PARTIDO MARAVILLOSO



Se pasa por alto siempre que se hablan de los enfrentamientos entre los Atlético Malagueño y C.D. Veleño o Vélez C.F., la fecha del 4 de diciembre de 1960. Que día tan enorme para el fútbol veleño y que pena me da de aquellos que por una u otra razón, no la repasan y la olvidan.

Era el día en que el C.D.Veleño de Juan Antonio Aparicio pisaba por primera vez el césped del estadio La Rosaleda para jugar en Tercera División ante el Atlético Malagueño, equipo que por entonces lo entrenaba Antonio Iznata “Chales”.
Durante la semana los periódicos dedicaron numerosas líneas a hablar de ese singular partido, inédito en el césped de Martiricos y que al equipo chanquete les visitaría un conjunto veleño repleto de ex jugadores malagueños, como era el caso entre otros de, Espinosa, Lima, Sarmiento o Curro

El Veleño en su primera andadura en categoría nacional caía muy bien en Málaga, ya no solo porque su entrenador era una persona muy reconocida y popular en el mundillo, sino porque dentro de las limitaciones que podía tener el conjunto del Vivar Téllez, este realizaba un fútbol vistoso, práctico y sencillo.
Fue tanta la publicidad en la prensa y mucho más el boca a boca, que aquel domingo la expectación fue impresionante. Nunca el estadio La Rosaleda en un partido de Tercera había albergado tanto público, se cuenta que cerca de 21.000 espectadores.

Sí, una cifra récord de público en las gradas, que el Vélez actual y mira que han pasado ya más de medio siglo de ese día, no ha vuelto a conseguir tener en un partido de fútbol.
Durante la semana, la compañía de Suburbanos observando el interés en Vélez-Málaga por el partido, fletó un tren especial para que, con más números de vagones de lo habitual, dieran posibilidad a los aficionados veleños a acompañar a su equipo en ese tan cacareado encuentro. Aquel día Vélez-Málaga quedó prácticamente desierta.


La Rosaleda a las cuatro y media de la tarde fue un clamor, el aficionado veleño sintió como nunca a su equipo vestido de blanco impoluto, eran los comienzos de un cambio en el fútbol de Vélez-Málaga. Atrás quedaban los años de problemas y desventuras.

A las órdenes del colegiado gaditano Sr. Melero, saltaba al campo el Veleño moderno, y a la cabeza el capitán Antonio Toré en una alineación para la historia:
Vela en la portería; Liñán, Cuqui, Mangüi en defensa; la popular línea medular, Botana, Rando, y después los, Espinosa, Lima, Torés, Curro y Sarmiento.
Un equipo que ese día parió sus nombres propios colgados a jugadas virgueras imborrables que hicieron las delicias del amante a ese espectáculo deportivo, que no rivalidad, y que ofrecieron como resultado final la victoria por 1-2 en La Rosaleda.



Se adelantó Lima en la primera parte tras una jugada trenzada del equipo, empataría Mangüi (que después fue expulsado en un encontronazo con el Mangui veleño) en un rechace y cuando todavía en la segunda parte aún quedaba partido, una galopada de Torés al que no le llegaron a alcanzar sus marcadores, éste puso en pié a una Rosaleda con un tanto ante el meta Jesús Lorenzo digno del mejor futbolista de estos tiempos que vivimos.

Aquel 1-2 se celebró de que manera en el campo. Ni que decir tiene, que aquella victoria estuvo bien preparada, hasta el último detalle por parte de los de Aparicio, que habían estudiado concienzudamente al rival, hasta el punto que pocas cosas aquel día se hicieron mal.

Por historia y como es comprensible hemos tenido más partidos contra el Malagueño, Málaga C.F. o Málaga B, pero sin duda este, el primero en jugarse en La Rosaleda, fue un partido maravilloso, digno siempre de recordarse cuando se hable de los enfrentamientos entre malagueños y veleños.
Pocos encuentros como éste que en este artículo mencionamos, ilustraran de mejor manera aquel sentir sano de una ciudad con su equipo de fútbol, su ilustre entrenador y los goles históricos de Lima y el vecino de La Viñuela, Antonio Torés.