Este artículo va dedicado a la memoria de aquellos luchadores malagueños que soñaban con un país libre, sus familias, y al pueblo llano que los ayudó, todos ellos maestros de la supervivencia y de la resignación, a todos aquellos que la historia oficial de aquellos régimenes intentaron enterrar en el más profundo olvido bajo el descrédito y la infamia.
Siempre se ha dicho que la distancia en el espacio y en el tiempo, implica el olvido y que la mente humana tiende a borrar aquellas etapas excesivamente duras para el ser humano.
Lejos de estas afirmaciones, me quiero centrar en estas líneas en Antonio Pérez Galindo, un veleño nacido el 17 de marzo de 1911 que dedicó su corta vida, segada por el holocausto nazi, a difundir entre sus compañeros de barracón en el campo de prisioneros de guerra de Sandbostell (norte de Bremen), en el de Gusen y poco después en Mauthausen (Austria), los recuerdos y añoranzas de una tierra, Málaga, que esperaba algún día poder volver a pisar y como no, de poder jugar nuevamente al fútbol con sus queridos y añorados compañeros del Vélez F.C., amigos que le habían dedicado la siguiente semblanza cuando éste compartía vida y deporte en su pueblo y andaba enamorado de la que fue su mujer más tarde, Remedios García Torres:
Lejos de estas afirmaciones, me quiero centrar en estas líneas en Antonio Pérez Galindo, un veleño nacido el 17 de marzo de 1911 que dedicó su corta vida, segada por el holocausto nazi, a difundir entre sus compañeros de barracón en el campo de prisioneros de guerra de Sandbostell (norte de Bremen), en el de Gusen y poco después en Mauthausen (Austria), los recuerdos y añoranzas de una tierra, Málaga, que esperaba algún día poder volver a pisar y como no, de poder jugar nuevamente al fútbol con sus queridos y añorados compañeros del Vélez F.C., amigos que le habían dedicado la siguiente semblanza cuando éste compartía vida y deporte en su pueblo y andaba enamorado de la que fue su mujer más tarde, Remedios García Torres:
“Chiquitín y presumido,
ahora juega de interior,
el correr le cunde poco,
chuta de cualquier manera,
pero una panadera,
lo trae absolutamente loco”
ahora juega de interior,
el correr le cunde poco,
chuta de cualquier manera,
pero una panadera,
lo trae absolutamente loco”
Ya han pasado más de medio siglo desde que las tropas americanas entraran liberando Mauthausen, sin embargo hay historias que no deben de perderse en el tiempo, la de Antonio Pérez es sin lugar a dudas, una de ellas.
Un veleño que conservó siempre la amargura de haber perdido en el duro camino del exilio entre España y Francia, a muchos compañeros de Málaga y la Axarquía.
Cuenta José Marfil, uno de los pocos supervivientes malagueños de Mauthausen, natural de Rincón de la Victoria, al que tuve el gusto de conocer cuando visitó de nuevo España (foto color), que tras llegar Pérez Galindo el 3 de marzo de 1941 junto a cerca de un centenar de personas en un vagón de madera en donde apenas cabían 40 y después de muchos días sin apenas comida y hacinados junto a sus propios excrementos, éste tras ser registrado por las SS con el número de prisionero 3612 (Bucchalter) y junto a otros paisanos que llegaron ese mismo día, caso de Manuel Suárez Rodríguez y Antonio Solves Laborda, el veleño empezó a intentar buscar paisanos, hacer amigos y a no parar de hablar de su tierra, su familia y sus cosas.
Era en verdad su especial medicina ante tanto dolor, una terapia de escape ante tanta locura siempre emocionada, y donde recordaba también aquellos partidos que disputaba con sus amigos en el viejo campo de fútbol del Tejar de Pichelín en la localidad de Vélez-Málaga…
Estas conversaciones entre vecinos en el abarrotado barracón donde se le consignó, ayudaban a que los más jóvenes no olvidaran su lugar de origen y trataran de olvidar la barbarie que se vivía durante el día fuera de los barracones de aquel sanguinario campo. Las escenas que debió soportar junto a los demás presos sin duda fueron dantescas. Así, podía contar que "cada día subían 20 ó 30 cadáveres de amigos al horno crematorio sabiendo con enorme terror que a la mañana siguiente, les podía tocar a uno de ellos".
Antonio Pérez Galindo en memorias de los compañeros que sobrevivieron al holocausto alemán, como el rinconero José Marfil, contaba que fue un deportista nato, que en momentos previos a la barbarie de Mauthausen supo granjearse la confianza de algunos oficiales alemanes amantes del denominado “fussball”.
Pérez Galindo utilizaba un solo lenguaje para comunicarse con los oficiales alemanes, el del fútbol, lo hacía para olvidar todo lo que allí ocurría, el miedo, el frío, el hambre, la soledad más absoluta, la muerte o la traición. Tiempos en los que sobrevivir una semana, un día, o simplemente una hora más, era la única esperanza para este veleño y tantos otros.
De ahí que cada vez que tenía la oportunidad, y ante los militares alemanes de cierto rango, se cuadraba, daba un taconazo emulando al popular “Gran Matías” de Málaga y recitaba de memoria y en voz alta (dándose también dos palmadas en el pecho) a las estrellas futbolisticas de su país, Zamora, Quincoces, Regueiro, Langara, Ipiña, Gorostiza… repetía uno a uno, nombre por nombre de aquellos ases españoles del balón, sus héroes fuera de los muros y que había tenido que “dejar” de poder seguirles por la prensa o la radio al huír de España por una miserable guerra civil.
Ese “reconocimiento” de los militares alemanes, y en especial el del oficial y ex jugador de fútbol, Kart Johannes Hegewald destinando en el campo, hizo ciertamente popular a este veleño de entre los innumerables presos españoles allí hacinados y concentrados, por lo que le fue encomendado junto con otros compañeros, a preparar algunos partidos de fútbol entre diferentes barracones e incluso, a enfrentarse a algún combinado formado por oficiales y soldados alemanes.
Partidos que se disputaron en una zona algo apartada de los almacenes de abastecimiento, y que estaba situado a un lado de los barracones donde ubicaban los alemanes a los presos rusos, esto es, frente a las letrinas del campo de exterminio y camino de la existente y tortuosa cantera que existía en la zona inferior de Mauthaussen.
Una ubicación que tenía por fondo las alambradas y un gran muro, que a su sombra se situaban numerosos curiosos de distintas nacionalidades, y en algunos momentos apretados de fuerza y resultados adversos, se ofrecían para poder reemplazar al compañero, jugar un poco e intentar ayudar a derrotar moralmente a los que eran en esos momentos los dueños de sus vidas.
(consultar mapa vista aérea del campo, punto 42).
Aquel tan importante partido de promoción, con balón de cuero redondo traído por los militares del batallón Totemkopf de la SS, fue grabado por los cameramas propagandísticos alemanes.
Los mismos que unos días antes, habían tomado diferentes fotografías en el de Theresiensatadt.
En este partido sólo pudieron jugar siete jugadores, debido a la limitación de campo y la no disposición de algunos prisiones a no jugar por evitar serias replesalias. En el reportaje, aunque muy levemente, se dejan ver cosidos en los hombros de los futbolistas españoles un triangulo azul y una "S" blanca de Spanien.
Parte de estas imágenes fueron recuperadas y montadas por el director y guionista valenciano Pau Vergara para un film de 83 minutos de duración titulado: “Mas allá de la alambrada” que se estrenaría en nuestro país el 6 de mayo de 2006 y donde, se puede ver, a los prisioneros españoles en formación de equipo como también algunos lances de aquel partido, que empezó con tantos alemanes y que acabó con un resultado que nadie del fanatismo ario esperaba, cuentan que con victoria de los prisioneros y algunos goles de Galindo, que eran celebrados por un público que saltaba jubiloso de sus “asientos de tierra” mientras los soldados alemanes no paraban de recriminarles con la palabra ¡Rotspanier!, que traducido al español significaba “rojos españoles”.
Debido finalmente a que la cosa no acabó del todo bién en lo qué a resultado se refiere para los alemanes, no más de ocho minutos le quisieron emplear los nazis a este partido en el reportaje propagandístico que prepararon y que, para la historia de malagueños y de otros deportistas de diferentes nacionalidades que jugaron aquel encuentro, fue sin duda la más triste victoria conocida en fútbol (la foto que encabeza este artículo pertenece a los jugadores que acometieron ese encuentro).
Un triunfo conseguido, el de la voluntad de la mente, que nunca fue registrado o reconocido en la historia de un deporte, el fútbol, que sirvió en cierta medida y gracias a este malagueño de Vélez, a olvidar los fatales desenlaces de un lugar sangriento. Fue sin duda una gesta ante la propaganda nazi en un lugar que tuvo fútbol, pero en el horror.
Pocos meses después, Antonio Pérez Galindo fue trasladado nuevamente al campo de Gusen, donde recobraría su inicial número, 11.526 de registro de entrada y en la que tenía en su ficha la profesión de contador/contable. Campo de prisioneros donde falleció a los 33 años el 1 de marzo de 1943, dos años antes de que este campo de exterminio fuera liberado en 1945.
En la documentación que poseemos y que pedimos en su momento al Archivo/Memorial en Mauthausen, significan que la causa de su muerte fue debido a "defectos de las válvulas cardíacas, insuficiencia cardiaca aguda", si bien, al igual que otros prisioneros que fallecieron o desaparecieron en ese campo de exterminio no se contó la verdad, las causas fueron otras...
0 comentarios:
Publicar un comentario