sábado, 9 de noviembre de 2002

JUAN JURADO, EL JUGADOR MANCO

Retomo en las historias de nuestro fútbol y de nuestro Vélez, el hecho curioso de que en los primeros tiempos de nuestro club, jugó en nuestro equipo un futbolista al que le faltaba el brazo derecho.
Juan Jurado Sánchez, “Manco” como así le apodaban, compartía pelotazos junto a sus hermanos, Manolo, Miguel y Placido. A estos tres últimos se les conocía en la ciudad por el apodo de “los cubanos”.

Como vemos en la foto junto a sus hermanos, Juan, sabía disimular bien la falta de una mano, que perdería muy joven cuando trabajaba de aprendiz de carpintero.
En Vélez hubo un tiempo que a los jugadores de nuestro primer equipo se le conocía sólo por el apodo, era una forma muy familiar y a la vez simpática. También servía como tapadera a la identidad de los que, en paños menores y en cualquier explanada del pueblo, eran criticados cuando se ponían con tesón a practicar como pioneros “footballiers” de un deporte que irrumpía en todos los lugares del mundo.


De las primeras formaciones del Vélez Football Club era muy popular esta alineación netamente de apodos:
Batatero; Galán Tarama, Ciezo, Terry, Sillero; Tito, Canuto, Manco, Canijo y Pirulí.
“Manco”
jugó de delantero junto a sus hermanos, Miguel y Placido. El otro, Manolo, actuaba de medio y de defensa. Eran los primeros partidos que se celebraban en la Plaza de Toros, y poco después en el Tejar de Pichelín.

Sin embargo Juan pasaría después a un segundo plano al dedicarse a árbitro de fútbol. Se puede decir que fue el primer “chaquetilla” que tuvo la fuerza moral y el conocimiento justo para informarse de lo que en esa época era el reglamento del foot-ball y así el correcto significado inglés a las palabras, score, goal , free-kick , goal-kepper...

Se sabe bien poco en el fútbol, de futbolistas que hayan jugado con alguna particularidad física.

Es cierto que hubo muchos futbolistas que jugaron con ciertos cortes en los brazos, manos y dedos, producidos éstos por los clavos que se encontraban en los tacos y suela de cuero de las antiguas botas que calzaban (hoy día para nada permisivas) o fruto del correíllo con que se cerraban aquellos pesados balones marrones.


Se sabe que en Uruguay fue muy famoso el delantero de Nacional y Estudiantes, Héctor Castro apodado “El Divino Manco” (1904-1960), que fue Campeón Olímpico en Amsterdam en 1928, Campeón del Mundo en Montevideo 1930 y Subcampeón sudamericano en 1926 y 1935.


Héctor Castro, curiosamente anotó frente a Perú en el Mundial de 1930 el primer gol de Uruguay en la historia de los Mundiales de Fútbol y también el primer gol marcado en el mítico Estadio Centenario.
Jugó sus mejores años, careciendo de la mano derecha, la cual se la mutiló en un accidente industrial a los 13 años. Siguió en el fútbol como entrenador, entre muchos equipos, del Nacional de Montevideo. Murió con apenas 55 años de un ataque al corazón.

No hace mucho en el fútbol español también conocimos los nombres de tres chavales, Óscar (Berceo) y Edu (Loyola) que jugaban en Tercera División faltándole el antebrazo izquierdo, o el delantero Paquito (Torreblanca) que le falta medio pie derecho a causa de un accidente.
A los dos primeros sus problemas fueron siempre el del equilibrio.
En el 2009 fue noticia nacional el debut ante el Valencia de Alex Sánchez con el Zaragoza en Primera División. Este joven delantero nació sin su mano derecha, pero este hecho no le reprimió en sus aspiraciones de jugar a fútbol y llegar a lo más alto.


Estudiante de Derecho, Alex juega actualmente en el filial del Zaragoza, en Tercera División, y su buen rendimiento le ha permitido estar en alguna convocatoria del equipo maño.
Es por el momento el primer jugador manco que ha jugado en la liga española en sus más de 80 años de historia.
Sea de cualquier forma, el fútbol en estos casos abre fronteras, y es que tener una discapacidad no significa ser menos que los demás. Es cuestión de proponérselo y luchar por ello como así hicieron el uruguayo, Héctor Castro, el maño, Alex Sánchez o hace más de ochenta años el veleño, Juan Jurado “El Manco” en aquél pionero Vélez.

martes, 14 de mayo de 2002

DE SIEMPRE, UN VÉLEZ MUY FAMILAR

La historia de nuestro Vélez C.F. está plagada de apellidos comunes. Hijos que emularon a sus padres, abuelos y tíos, en los muchos partidos que contabilizan nuestra historia en sus diferentes categorías, o hermanos (incluso gemelos) que compartieron la misma camiseta en una misma categoría juvenil.

Un nexo familiar no exento de casos curios, como el defensa, José Luis Junco que tuvo a su padre, el ex jugador del Malacitano, Pepe Junco, como entrenador del C.D. Veleño en la década de los sesenta o de igual manera el delantero, Carlos Fernández García “Tello” que ha tenido a su padre no hace mucho como entrenador del Vélez C.F. durante dos campañas.
En esta relación hay que mencionar a manera también anecdótica a los hermanos Cayuela Ruiz. El mayor de ellos, José, como entrenador y sus hermanos menores Sabino y José Manuel “Paito” como jugadores en la plantilla veleña de la 93-94.

Hagamos un fiel y no menos exhaustivo repaso. Los primeros hermanos que jugaron juntos en el Vélez, fueron los alicantinos afincados en Vélez-Málaga, Pepe y Diego Esclapez Maciá; y los veleños Jurado Sánchez (foto de cabecera), Juan arbitraba partidos, Miguel jugaba de extremo, Manuel de interior zurdo y Placido como delantero centro y que consta como el primer pichichi en la historia del Vélez F.C.. También destacarían los Castaños Monleón, el mayor era Alfonso (más conocido por su segundo apellido) y el menor, Antonio, que jugaba de capitán en el medio del campo.

Todos estos jugadores mencionados son del pionero Vélez de los años veinte del siglo pasado.
Entre los años cuarenta y cincuenta jugarían como centrocampistas en el Vélez C.F. los hermanos Benítez Muñoz, el mayor, Juan y el menor, Antonio. Siguiéndoles después en esa misma década ya en el Vivar Téllez, los malagueños del Barrio de la Victoria y apodados los “Chicolito”. Rafael López Ramírez era portero y se le conocía por “Chicolito I”, mientras que su hermano José “Chicolito II”, lo hacía como hábil delantero.
Coincidirían en la (70-71) los hermanos Paco y Pepe Flores Martín. El primero era defensa contundente y el segundo un incansable luchador en el medio del campo. Tambien relacionamos a los veleños Castillo Pérez, uno era guardameta, Francisco, apodado “Paquillo el Majara” y el otro, el media punta Antonio, alias “Ico” y que jugó en la 57-59.

Los delanteros paleños, Vargas López, José y Manuel jugarían en el Vélez en dos campañas diferentes, la 75-76 y 80-81 y de igual manera en esta misma demarcación actuarían, Antonio y José Gabriel González Moncayo, que en la 79-80 figurarían en algunos partidos de un Vélez C.F. entrenado primero por Pachón y después por Pepe Cayuela.

Los hermanos nacidos en Torre del Mar, Camacho Muñoz, lo harían juntos en la temporada 80-81, Manolo como defensa y centrocampista, y su hermano Rafael, apodado “Fito” como delantero.
En la 83-84 estarían juntos los Pérez España, José y Juani, de igual manera en la 86-87 figuran los hermanos, Pérez Barranquero, hablamos de Antonio y Juan Carlos. En esa misma campaña tenemos que destacar a los Aragüez Pérez, el mayor que jugaba de delantero, Gabriel, se le conoce por el apodo de “Pinki”, mientras que su hermano menor, que lo hacía de centrocampista, siempre ha sido conocido por Alex. Una campaña después (87-88) aparecerían en las alineaciones del Vélez los hermanos Medina Martín, Antonio “El rata” y Miguel, este último con el apodo de “Marcelino”.


A comienzos de los noventa, tenemos a los Maté Ruiz, el más joven era Paquito que jugaba de centrocampista y el mayor, Quique, como delantero; en la 93-94 los hermanos Sabi y Paito Cayuela, en la (94.95) seguirían los Morales Bautista, hablamos del centrocampista Rafa Morales y de su hermano, José Miguel, apodado “Chemi” y que jugaba de media punta. También en nuestra relación aparecen los Aparicio Olmo, el delantero Dani y el centrocampista Rubén. Por esas fechas también es justo mencionar a los veleños, Pino Gálvez, Manolo como defensa (01-02) y Pepe, el primero en debutar en la (97-98) como delantero. En la 99-200 a los hermanos granadinos, Arroyo Correal, hablamos del defensa Miguel Ángel y el delantero, José Antonio, que jugaron muy poco ambos en el club veleño.


En la 2002-03 sí aparecen en muchas alineaciones del Vélez en Tercera División, los hermanos nacidos en la localidad de Cajíz, Rubén y José María Quintero. De igual manera aparecen los Castillo Ramírez nacidos en Rincón de la Victoria, el zurdo Aitor y defensa Enrique que compartieron viajes y alineaciones en la 2003-04.


En el transcurso de la historia de nuestro Velez, hay que destacar también a hermanos que en diferentes décadas se cedieron el testigo futbolístico. El primer caso es el de Antonio López Jiménez “Bemba” (59-60) con su hermano Juan, el popular defensa y capitán del equipo en los sesenta y setenta, “Chani”. Por esa época señalamos a los Domínguez Escalona, en concreto a Pedro (52-54), Domingo y Manolillo, que jugaría cinco años después en el C.D. Veleño de Paco Castejón y Juan Antonio Aparicio. Le seguirían los torreños, Cotilla Tesoro, el defensa Miguel (67-68) y Carlos en la mitad de los ochenta, los veleños; Ramírez Serapio, el mayor José Antonio “Buri” jugaría de delantero en la 72-73 y siete años después le seguiría David, también conocido por “Platanero” y que actuaría de defensa y tambien de pivote en el medio del campo. En esta sección de suceder a un hermano en el equipo veleño, está la del portero Antonio Romero “El gamba” (87-88 y 90-91) y su hermano menor, el centrocampista Mario que jugaría algunos encuentros en la campaña 92-93.

En el relevo de padre a hijo, podemos destacar a los torreños, José Mari Martín (72-74) y su hijo de igual nombre deportivo en la (02-03 y 05-07) y los López, Miguel, el padre y que jugó en la 57-59 y su hijo el extremo, interior y capitán de equipo, Arturo, que llegaría al Vélez procedente del Malagueño en los finales de los noventa y que estuvo en el Vélez hasta el año 2004; la del portero y después por más de cuarenta años utillero, Antonio Ferrer “Fraguas” con su hijo, el defensa Bienvenido; la del centrocampista paleño, Julio Cobos Gómez (73-75) con su hijo, también Julio, en esta campaña 08-09. Ambos con un exquisito toque de balón… o lo que es lo mismo, de tal palo tal astilla.

No olvidamos a los malagueños, Berrocal, ambos defensas centrales, el padre Manuel (78-79) y su hijo Miguel (99-00 y 01-02). Aparecen en esta lista los rinconeros, Bravo Moreno, esto es, Pedro (80-83) y Antonio (82-83) que dieron el testigo a su hijo y sobrino respectivamente, Juan Pedro Bravo (97-98); los veleños Esteban Vigo Benítez (70-72) y su hijo Esteban Vigo Ariza, que jugó en las campañas (03-06); el portero Manolo Guerra (57-58) y su hijo el centrocampista, Manolo “Pescailla” en la mitad de los ochenta; y los Flores, Pepe cedería el testigo a su hijo, el defensa Gabriel Jesús “Gabi” en la 04-06. Sin olvidar a los Tello, padre e hijo en diferentes épocas en la delantera veleña.
La familia más prolifera en dar jugadores al Vélez es sin lugar a dudas la de los López Jiménez. El abuelo Antonio López Fuentes jugaría de extremo izquierda por los finales años veinte, la saga continuaría con sus hijos, Antonio y Juan. Actualmente sigue el testigo futbolístico su nieto el defensa zurdo, Benjamín López “Benji”. Este jugador tiene otra referencia importante en el fútbol veleño, la de su abuelo por parte materna, el fino centrocampista y gran amigo mío, Pepe Hidalgo Reyes (década de los 50).

La segunda posición en esta lista de apellidos notables de nuestro fútbol, es para los hermanos Ruiz Hierro, Antonio, Pepito y Fernando que jugaron en el primer equipo veleño, su hermano Manolo sólo lo hizo en el juvenil y el padre de ellos, Antonio Ruiz “Zocato” como interior en la década de los cincuenta. Volviendo a Manolo, este sería hasta presidente del Vélez C.F.
A los apellidos que resaltamos, destacamos también el de los Fúnez. El abuelo, José Fúnez militó en la (39-41), su hijo Pepito en los finales de los cincuenta y el sobrino de este, Antonio Anaya (84-85 y 87-88) militaron en el primer equipo veleño. Todos ellos curiosamente como zagueros.

  Nombres, apellidos y motes familiares que forman parte de la historia de nuestro club. En algunos casos se trata de padres e hijos, como los que ahora vemos, unos jugando otros ya de vuelta animando en la banda o en la esquina del corner. También como habréis comprobado, muchos hermanos, tíos y demás tipos de parentesco. El apellido les ha servido en algunos para triunfar. A otros, para fracasar. Pero a ninguno les quita eso de hacer, si cabe, mucho más querido a este nuestro Vélez C.F. más familiar.

sábado, 11 de mayo de 2002

PAQUILLO DÍAZ, EL ENTRENADOR DEL "CHE"

El nombre de Ernesto "Che" Guevara de la Serna (1928-1967), está unido, como ya se sabe, a la epopeya libertadora de Cuba por su contribución a la lucha revolucionaria. En cambio su vinculación al deporte, natación, fútbol, rugby, boxeo y ajedrez, es quizás la gran desconocida y en ella tuvo una gran incidencia un emigrante malagueño de Benamocarra, Francisco Díaz Arias.

Hablemos primero del Che. Corría el mes de mayo de 1930 y un niño de dos años que después escribiría páginas importantes de la historia, le diagnosticaron una grave enfermedad respiratoria. El asma fue una tragedia familiar para Ernesto Guevara Lynch, el padre del “Che”, que por orden de su médico decidió llevarse a su hijo en 1932 a la localidad de Alta Gracia, ubicada en la Sierra Chica, al sur de Córdoba (Argentina).

Allí los aires eran mucho más saludables y de esta manera Ernesto fue conociendo el asma, y el asma fue conociéndole a él, y ambos advirtieron que no sería fácil el pulso que mantendrían, ni la sofocada convivencia. Nadie podía imaginar que aquel niño débil y flacucho (el asma lo hacía parecer más chico que su hermano Roberto, que era menor), se convertiría en un deportista obstinado.

La gran culpa de su amor al deporte y en un principio al fútbol, le llegaría gracias a una familia de malagueños procedentes de Benamocarra que habían abandonado su tierra a consecuencias del alzamiento franquista.
Los padres del joven "Ernestito" que eran favorables al bando republicano en la Guerra Civil española, acogieron a varias familias de exiliados, entre ellas los valencianos Granados Aguilar y los malagueños Díaz Arias, con estos últimos tendría la familia Guevara una amistad imperdurable.

La familia de Francisco era prácticamente de El Borge, sin embargo ésta emigró a Benamocarra a principios del siglo pasado, naciendo nuestro protagonista en 1902, siendo con el tiempo uno de los jóvenes jugadores del primer equipo de foot-ball que se conoce en esa localidad, hablamos del C.D. Invencible. 
Marcharía a Barcelona unos años más tarde y de ahí reclutado para ir a la Guerra de África con el Regimiento de Infantería Jaén 72 en el Batallón de Tetuán, donde tuvo la fortuna de sobrevivir en la contienda africana y poder volver a su tierra.

A Paco Arias, se le conocía más por su segundo apellido, en más de una ocasión había jugado como delantero en partidos amistosos con el Vélez F.C. en la antigua plaza de toros en 1925 y poco después en el campo del Tejar de Pichilín.  Lo hizo siempre invitado por su amigo y paisano, Francisco Quero Ruiz,  pionero defensa en la historia del fútbol veleño y también jugador del Sporting de Málaga, "footballier" que había nacido en el vecino núcleo de Triana (Venta de Montoro) el 2 de marzo de 1910.

Los tristes sucesos acaecidos durante la Guerra Civil, hizo que los Díaz Arias como tantas familias de malagueños tuvieran que “emigrar” forzosamente de Benamocarra.
Eran los primeros días del mes de febrero de 1937, cuando esta familia tuvo que iniciar por la costa malagueña una huida con dirección a Almería.

En el camino hacia Nerja, y fruto del bombardeo de los aviones alemanes e italianos que peinaron el éxodo malagueño, Paco perdería a causa de la metralla a su mujer Teresa y a un hermano de ésta, Antonio, que también les acompañaba en la huida. Arias a duras penas pudo transportarlos ya mal heridos hasta la localidad de Adra, donde ya nada se pudo hacer por ellos, siendo enterrados junto a otras personas fallecidas, al norte del viejo muro del cementerio de esa ciudad.


Dos semanas más tarde, desde Almería tras estar amparados en Casas de acogidas "Socorro Rojo " pudo pasar a Valencia y poco tiempo después llegar a Barcelona, donde tras varios días de angustiosa espera, logró superar el filtro de algunos controles militares y poder tener la oportunidad de embarcarse rumbo a la Argentina.

Caprichoso es el destino, Paco Arias, su hermano José y su cuñada María Luisa se ubicaron en los primeros meses de 1939 en la localidad de Alta Gracia (Córdoba) y muy pronto se relacionó con el ambiente obrero socialista de aquella ciudad, y con la figura de Ernesto Guevara padre.
La amistad que poco a poco fue entablando este benamocarreño con la familia Guevara, hizo que el pequeño "Chancho", entonces no era apodado como “Che”, conociera con más detenimiento las reglas del foot-ball y su amor hacia este bonito deporte.


                    (Arias con parte de su familia y el pequeño Guevara con el balón)

Paco Díaz Arias además de trabajar de carpintero, entrenaba dos veces por semana al equipo de la escuela de la cercana localidad cordobesa de Bouwer.
Es por eso como, desde allí y a espaldas de sus padres, pudo alinear de guardameta al pequeño Ernestito, y al que ya sus amigos también le apodaban de otra manera, "Pelao", por los particulares cortes de cabello que muy asíduamente lucía.

El de Benamocarra sabía que el asma limitaba mucho al pequeño (que por entonces andaba con los hombros levantados por la respiración forzada), y pensó que si jugaba de portero, éste estaría siempre mucho más descansado a la vez que tendría el inhalador de Aspomul cerca de la portería y no acabaría atacado siempre por la tos.

Al chaval la idea de jugar de portero y a escondidas, especialmente en los días que tenía clase de natación (estilo mariposa) que le daba el campeón argentino, Carlos Espejo, le motivaban mucho.
Era un reto para él, ya que jugaba merced a dos voluntades enormes: la suya, con la que peleaba contra la lógica y las no menos encontradas disposiciones médicas. Tanto fueron sus deseos de jugar al fútbol, que se procuraba hasta una gorrita similar a la de aquellos antiguos cancerberos que él veía retratados en la prensa. Pero eso sí, cuentan que se la ponía con la visera siempre hacia atrás.

En cierta ocasión leí al biógrafo del “Che” Guevara, Hugo Gambini, que decía:
"Cuando la situación así lo requería, era capaz de dejar los tres palos y ponerse a marcar al rival más peligroso del equipo contrario con el consiguiente gran riesgo para su salud. Avanzaba como un silbido tenue y se iba descomponiendo para convertirse en una especie de rebuzno. Desfilando con la sincronía de un ejército, el jadeo, la asfixia y el miedo sobrevenían uno detrás del otro, ensayando una rutina de la que sólo se sabe que no hay que esperar al final.

Ernesto ahogado hasta añorar el oxigeno, no tenía más remedio que dejar a su equipo y corría hacia uno de los postes de la primitiva portería buscando un objeto que casi le devolvía la vida. Inhalaba profundo, se recomponía, y muy pronto regresaba al campo de juego para que los suyos volviesen a contar con once integrantes. Luego el ciclo recomenzaba, se agotaba, recomenzaba y se agotaba... ocurría varias veces por partido".


                                                          (Ernesto Guevara con su padre)

Aspira, expira, corre, salta, nada, cae, se sentaba, estudiaba, leía, aspiraba, expiraba y corría de nuevo para encontrarse con el malagueño que lo llevaba a hurtadillas a jugar.
Cuando en la casa paterna se descubrieron las cada vez más habituales fugas de Ernestito hacia la improvisada cancha de Bouer para jugar al fútbol, la explicación que daba el malagueño a requerimiento del Ernesto Guevara padre, fue la misma que empleaba para tratar de comprender las otras conductas que tenía su hijo mayor.

Bordeando la objetividad decía el banamocarreño: "Tiene un carácter tan rebelde Ernestito, que no he podido negarle a que jugase en el equipo de mis chicos. Además es uno de los mejores".

Como era ya de natural el ser contestatario, se hizo del Rosario Central sin conocer nada de aquella ciudad, sólo por llevar la contraria a sus amigos del Bouer, que eran de River o de Boca. Cuando alguien le preguntaba "¿de qué equipo eres? ", Él respondía con cierta altivez " de Rosario Central, soy rosarino como mi entrenador Arias".


(Guevara con sus amigos de equipo, primero por la derecha)

En este equipo el Che tenía un ídolo. Se trataba de Ernesto García, apodado el "Chueco" o "El poeta de la zurda", quién después destacaría como extremo izquierdo en el Racing. Lo admiraba con pasión a pesar de que nunca le había visto en persona ni había estado en el estadio rosarino para ver jugar a su equipo.
Más tarde, quizá por seguir dando muestras de rebeldía, ya en Córdoba, fue también seguidor del Sportivo Alta Gracia, contraviniendo la costumbre local de afiliarse a uno de los clubes más importantes de la ciudad, Belgrano o Talleres. Nunca explicó la razón de esta militancia "revolucionaria".
Los años en Alta Gracia contribuyeron para que el cuerpo de Guevara mejorara su capacidad aeróbica, aunque no lograron sofocar el asma, que le duró toda la vida.

Ernesto Guevara no fue un jugador habilidoso, pero era total coraje y tesón. Quienes evocaron más tarde sus actuaciones destacaron que lo que más le gustaba era revolcarse por el suelo.
Todos los biógrafos del "Che" Guevara coinciden: “Era un hombre inclasificable, heterodoxo, tan revolucionario de su propia persona como del conjunto de las cosas”.



Esa actitud ante casi todo se manifestó también en el deporte, del que probó cuantas variantes tuvo cerca, si bien quién le dio la gran oportunidad, más bien le abrió el camino para combatir su asma y mejorar su precaria salud, fue un benamocarreño, Paco Díaz Arias, al que un día el caprichoso destino le hizo cruzarse en la vida de un hombre grande.
Fue para la historia su primer entrenador, recordarle hoy es volver a vivir un pasaje que muy poca gente ha podido conocer, fruto de un trabajo de investigación de algo más de cinco años.

Roberto Guevara, su hermano menor, me comentó hace algunos años cuando visitó Málaga y hablamos sobre la historia del benamocarreño y su hermano, que gracias al primero, y si su hermano no hubiese jugado quizás al fútbol, la historia igual nunca le reconocería como el comandante “Che” Guevara, sino quizás un mero y desconocido sargento… “Pelao”.

martes, 30 de abril de 2002

" MUNI- QUEOP"

Tomando el sol con mi hija en un parque cercano a casa, pude ver un interesante partidillo de fútbol en el que competían dos equipos de cuatro chavalines. Las porterías eran los bancos que tenían en el mismo parque por donde pasaban constantemente el chorreo de otros pequeños jugando a otros juegos.
Ese partido era de pelotazo va y pelotazo viene… pero a otros niños, madres y abuelos sentadas en los otros bancos continuos, todo ocurría sin sobresaltos en el guión normal de una tarde de primavera…
Estas circunstancias de indiferencia me llevó a recordar como empezó todo esto del balompié y como fue y como se combatió a principios del siglo pasado la denominada “cruzada contra el football callejero”…

Frenar el impulso natural de los niños a la hora de golpear la pelota en cualquier lugar del pueblo, era casi una misión imposible en la Vélez-Málaga de finales de los años 20.
Esta circunstancia produjo por parte de la Alcaldía, que era presidida por D. Rafael Santiago, el establecimiento de una severísima orden, para que los agentes de la Policía Urbana, impidieran que las calles y plazas se convirtieran en "campas de football".
Por muchas de ellas, Barrio de La Villa, Félix Lomas, Alhóndiga, Alberquilla, Cruz Verde, etc., apenas era posible circular a una hora determinada, sin que el transeúnte se viese expuesto a que aquellas pelotas fabricadas de trapo y también balones adquiridos por los más pudientes, se plantase en sus narices. Una orden en definitiva para evitar el incordiante instinto infantil, que era como querer clandestinizar el propio juego, en este caso, el foot-ball, que los más jóvenes solían practicar en explanadas ya marcadas por la Guardia Urbana como más importantes de confrontacion futbolera, estas eran las de la Estación del tren, Plaza de la Constitución, jardines de Capuchinos y calles menos concurridas…



Ante tal bando, era muy normal en los años veinte que, mientras unos jugaban otros estuviesen muy atentos a la llegada del policía que les podía quitar la pelota o ponerles una multa a sus padres. Así que para evitar males mayores, se ideo una consigna o frase para salir por píes cuando las autoridades se acercaban por la zona donde se dirimía aquellos entretenidos “moloch futboleros”.

Según me comento en su día el pintor, Paco Hernández, hijo del guardia urbano Vicente, la palabra clave que los chavales utilizaban era, “muni queop” o lo que era en cierta medida la frase abreviada de, municipal que os quita la pelota.

Dio resultados positivos la utilización de esta frase y así nuestros primeros practicantes y jóvenes del lugar pudieron incubar su entusiasmo por el deporte de la pelota, mientras que en varias zonas de la ciudad se decía a modo de crítica, “ya no se juega a pelota con la mano, ahora se juega a patadas, y dicen que adelantamos…”

domingo, 28 de abril de 2002

NUESTRA PATRONA Y EL FÚTBOL


Muy pocos veleños conocen, que gracias a la primera aportación económica de los jugadores y directiva de la U.D. Veleña, se consiguió que poco a poco nuestra excelsa Patrona la Virgen de Los Remedios Coronada, pudiera tener un nuevo trono y así procesionarse con mayor brillantez por las calles de nuestra ciudad.
La imagen, según los historiadores, fue traída por una dama veleña María Calderón, desde Granada a finales del siglo XVI, donde pasó en un principio a ser devocionada en la iglesia de San Francisco, para luego trasladarse al popular cerro de San Cristóbal.
Sin duda es este uno de los monumentos más singulares de nuestra ciudad, tanto por la ubicación, ya que se domina todo el paisaje de Vélez, como por el cariño que la ciudadanía muestra por la imagen. Ermita construida a mediados del siglo XVII, aunque sufrió importantes reformas posteriores.

Entrada la década de los cincuenta, y tras la renuncia del Vélez C.F. a jugar en categoría federada, la U. D. Veleña, conocida popularmente por “La Paja” tomaría el relevo como primer representante del fútbol en nuestra ciudad en competiciones regladas por la Federación Sur.
Tras la reunión de su junta directiva, que estaba presidida por Luis López Muñoz, decidió en el mes de mayo de 1954, en ayudar a esta Hermandad en la campaña Pro-Trono para su Patrona.

El equipo para recaudar fondos, celebrró dos emocionantes encuentros de fútbol, uno contra el entonces equipo revelación, el Loreto C.F de Aviación (6 junio) y otro contra el siempre interesante, Atlético Malagueño (13 junio).
En ambos partidos se disputaría una magnífica Copa que había sido donada por la Caja de Ahorros de la Diputación Provincial.
Por ello y como se puede comprobar en los programas de mano de aquella época (foto superior) que se editaron, el origen de la construcción del segundo trono y que en la actualidad tiene la Patrona de Vélez-Málaga (el original y de madera está en su Ermita) llega de inicios con el fútbol.
Algo parecido ocurriría años antes con el Vélez C.F. y la Cofradía del Cristo de los Vigías (1948) o con los equipos locales, Betis Veleño, Club Atlétic Veleño y Sporting Club, a la hora de recaudar fondos para el resurgir de nuestra Semana Santa y en lo que fue el Torneo Deportivo Copa “Nuestra Sra. de los Desamparados”.

El 20 de mayo de 1956 la Virgen de los Remedios fue nombrada, “Alcaldesa Perpetua de la ciudad”, siendo bendecida en un acto en el que actuaron de padrinos Don Juan Barranquero Aponte (Alcalde, ex jugador y fundador del Vélez C.F.) y su esposa doña María Altamirano

Desde entonces y tras esos lazos entre el fútbol y nuestra Patrona, uno de los principales motivos de las visitas del primer club de la ciudad, no es otro que pedirle todo lo mejor para su equipo en la eminente campaña que se va a disputar.

Es por ello que el club veleño celebre una misa y le haga entrega a la imagen de varias canastillas con flores. Los jugadores del Vélez C.F. durante muchas campañas y en especial cuando conseguían algún título deportivo o ascenso de categoría, devolvían a modo de agradecimiento su visita a La Ermita del Cerro, y ofrecían a la Patrona el éxito obtenido.




Una de las ofrendas más recordadas, fue con motivo del primer ascenso conseguido a la categoría de Segunda División B (1995). Cientos de personas esperaban con bastante tiempo de antelación, la visita de su equipo titular, acompañados por las autoridades municipales, al acto en el que los futbolistas obsequiaron a su Patrona con bonitos ramos de flores y un banderín bordado en oro como recuerdo de aquella tan bonita e inolvidable efemérides. Esa ofrenda la realizaría el directivo, entonces más joven, Manolo Gutiérrez.
Es de destacar que en la campaña 2006-07 la junta directiva del Vélez, presidida por Francisco Medina Olivares y por unanimidad decidió ofrecerle a nuestra Patrona el escudo de oro del club, acto que se celebraría en el mes noviembre de 2006.
Es ya muy normal ver a más de un jugador veleño, llevar pegadas en cada una de sus espinilleras una foto de su Patrona, o que esta esta presente en algún rinconcito del vestuario del Vivar Téllez.

sábado, 13 de abril de 2002

EL FÚTBOL Y NUESTRA SEMANA SANTA


Es obvio que la Semana Santa veleña que disfrutamos todos hoy, es el resultado de una particular evolución, y en donde las circunstancias históricas, tradiciones, gustos estéticos y modos de entenderla y vivirla por sus protagonistas, han hecho que se configure, gracias a muchos esfuerzos, de una manera determinada.

Este artículo quiere ir encaminado a recordaros que el fútbol veleño contribuyó de manera también importante, a que las hoy magníficas procesiones por la ciudad, fueran de nuevo una realidad.

Así ya se puede comprobar por la prensa, de un partido entre el Vélez CF y una Selección local a beneficio de la Real Cofradía del Santo Sepulcro. Encuentro que ganó el titular veleño por el resultado de 5-1 y además con la anécdota que alinearía este a sólo diez jugadores (Fernández, López, Esclapez, Antonio Pérez, Bernardo, López, Andérica, Rafaelillo, Fuentes y Castaño II ).

Este partido benéfico que según se relata, el colegiado Sr. Altamirano, no pudo llegó a concluirlo en buena manera, ya que lo suspendería a falta de algunos minutos obligado por las malas artes de dos jugadores del primer equipo, los hermanos, Manuel y Miguel Jurado, que serían apartados definitivamente del club veleño.

Años más tarde, tras los crueles episodios de nuestra guerra civil, algunas Cofradías pudieron salvar sus sagradas imágenes titulares o parte de ellas; otras lo perdieron absolutamente todo, e incluso, desparecieron de la escena procesionista veleña. A pesar de la situación tan poco halagüeña y de grave crisis económica que sacudía al país, las Cofradías no se detuvieron e iniciaron prontamente al proceso restaurador de su Semana Santa.

El deporte y en este caso el fútbol en Vélez-Málaga, empezaría a finales de los años 40 a cobrar de nuevo un principal protagonismo como la única diversión en las tardes de sábado y domingo.
Ante la falta de un club en competición federada, ya que el Vélez F.C. jugaba sólo amistosos, la ciudad en sus diferentes barrios, albergaría a otros representantes futbolísticos.

Ahí estaban su remozada cantera y los populares, Betis Veleño (representativo a la zona del Mercado) con los Paco Castejón, Pepe Luis Ramos, Juaneque y Juanequillo, Lobillo, Ernesto Escalona, Federíco Ruiz, Arandilla...

La Balompédica del Barrio de Capuchinos que tenía un equipo bastante peleón con los Paillo, Chavarri, Cristino Pareja, Villalba, Morales, así también el Frente de Juventudes, o el popular Atletic Veleño de la Plaza de La India, con jugadores que recordamos como, Pepe Palma, Coín, los hermanos Juan y Antonio Benítez, Montosa, Paco Farré, Mambrolla...


El Sporting Club Veleño en el que militaban entre otros, Juan Lobato, Eugenio Zorrilla, Lauro, Langarita...
El Deportivo O.A.C (Obreros de Acción Católica) apodados también como “Los Piratas” y que tenía como referencia a los entornos de la Plaza de San Juan. De este equipo sobresalían entre otros, el guardameta, Antonio Ferrer “Fraguas”, Emilito, Pepe Reyes, Luchana, Fernández Lozano, Juan Domínguez

También participaría en algunos partidos el Comercio F.C. que representaba a la calle Las Tiendas y que lo había fundado el comerciante textil, Gonzalo Acuña Gómez.

Es por ello que el fútbol fuera, por las personas que aglutinaba, uno de los muchos objetivos de la Agrupación de Cofradías para obtener buenos recursos.

De esta manera, el año 1948 del pasado siglo lo debemos de tomar como referencia de partida, y donde podemos comprobar cómo se sucedieron numerosos encuentros de fútbol a beneficio de algunas populares Cofradías de la ciudad.

Datos que en su momento aportamos para la edición del Libro “50 años de la Agrupación 1948-1998” editado por la Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Vélez-Málaga y editado en la Imprenta Corral.

Todos los equipos de los diferentes barrios de la ciudad unieron esfuerzos y decidieron promover, junto a la nueva Agrupación de Cofradías, algunos torneos con los que poder recaudar alguna cantidad para que de nuevo sus imágenes pudieran salir lo más solemne posible por las calles de Vélez-Málaga.

La poca propaganda de aquella época que se conserva, muy en particular la de mano y en forma de unas cuartillas finísimas de diversos colores que imprimían la desaparecida Imprenta Imperio y la de Juan A. del Corral, nos da fe de partidos celebrados en los meses de marzo, abril y mayo de 1948.
El 19 de marzo se juega un Vélez C.F. (reforzado con varios jugadores del C.D. Málaga) ante la Escuela de especialistas de Aviación y a beneficio íntegramente de la Cofradía del Cristo de los Vigías. Partido en el que se alcanza a recaudar 3.300 pesetas.

Unos meses después es la Cofradía de excombatientes de Ntra. Sra. de los Desamparados quién organiza un Torneo que dura varias semanas y en el que colaboraba el Ayuntamiento veleño otorgando al equipo campeón una preciosa Copa de plata. Los partidos se disputarían en el desaparecido campo de juego del Tejar de Pichelín con los clubes anteriormente mencionados.


Se recaudaría en la Copa “Ntra. Sra. de los Desamparados” cerca de 8.000 de las antiguas pesetas, eso sí para ello hubo de celebrarse dos finales, ya que en la primera de ellas (30 de mayo de 1948) entre el Atletic Veleño y Betis Veleño el partido había concluido en empate (dicen que estaba pactado así) entre futbolistas y cofrades para buscar más taquilla en un segundo partido que se celebraría el 6 de junio.

El reclamo en los programas de mano ya avisaba a los aficionados de “Contribuir a vuestra Semana Santa, al tiempo que pasáis una tarde grata asistiendo a los interesantes partidos”.
Otros de los reclamos decían “Coopera al resurgir de tu famosa Semana Santa” o ¡Veleño! Contribuye al esplendor de nuestras ya suntuosas procesiones”.

Ya con el tiempo este tipo de partidos a beneficio de alguna Cofradía se fue perdiendo, quizás porque estas ya conseguirían, entre sus muchos hermanos, la posibilidad de buscar recursos en otros frentes que no fueran meramente en lo futbolistico, ya que algunos clubes desaparecieron y el Vélez con nuevo campo, el Vivar Téllez inaugurado en 1951 y con nueva categoría ya empezaba a vivir su particular “procesión” económica para salir adelante.

sábado, 5 de enero de 2002

AL AFICIONADO VELEÑO


La impresión que tuve cuando pisé por primera vez el estadio Vivar Téllez a finales de los años ochenta, nunca la podré olvidar. Sinceramente, era un terreno de juego diferente a los demás... muy particular, más bien especial.
Recuerdo que jugaba el Vélez entrenado por un tal Pepe Ríos, contra el Centro de Deportes El Palo y que había bastante gente animando a los dos equipos. Se palpaba en el ambiente una gran rivalidad.
Más que del desarrollo del encuentro, he de confesar que estuve más pendiente del entorno, de la gente que rodeaba aquel domingo de fútbol tan necesitado, por las dos aficiones, de los entonces dos puntos que había en juego. Observé sus peculiares maneras de vivir y sentir a su equipo, sus expresiones mezcladas entre sobresaltos, alegrías y tristezas, todas ellas derivadas de un simple y mero partido de fútbol.
Aquella primera vivencia, hoy hace casi 20 años, las anoté junto a otras tantas, en ese “cuadernillo” hasta la fecha imborrable de mi memoria, eran mis primeras experiencias como modesto periodista deportivo en Radio Costa de Algarrobo, nunca pensando en que un día como hoy quedarían reflejadas en este blog...
Siempre desearé que éstas permanezcan imborrables. Son en definitiva el simple y grato recuerdo de aquellos personajes muy particulares, jugadores, directivos, entrenadores o aficionados, algunos ya no están con nosotros, y que vivieron muchos domingos de fútbol en Vélez-Málaga de una manera entusiasta, como dije antes, muy especial...

Mi visión fue comprobar, que una vez por semana, el aficionado al balompié huye de su casa y asiste al estadio.
Observé como flameaban tres banderas en la puerta encalada, arqueada y recién remodelada por los hermanos Toboso del Vivar Téllez. Ya dentro del campo puede ver como calentaban los jugadores, como se olía a linimento que nos llegaba desde la caseta del siempre, eterno y popular, Antonio Ferrer Corpas “El Fraguas”, mientras que un tal Armando Escalona “El Tacones”, arrojaba agua con manguera en mano y con el torso sudoroso y semidesnudo, sobre el poco albero que quedaba en la zona de fondo. Armando, decía Juan Lopéz Jiménez "El Chanin", moja mas el "césped" que hoy hace mucha calor...

Se palpaba que la ciudad parecía desaparecer por algo más de noventa minutos, que la rutina se olvidaba, y sólo existía el recinto deportivo, un tanto ladeado y rectangular donde se verían las caras los veintidós jugadores.
Un espacio sagrado, con una única religión que no tiene ateos y que exhibía en esos instantes a sus divinidades.
Aunque el socio o el hincha veleño, sabía que podía contemplar el milagro de la victoria sentado cómodamente frente a la pantalla de su televisor, eso sí, un día o dos después y en diferido en las pioneras televisiones por cable que en aquellas fechas irrumpían en nuestra ciudad, Velevisa y Electrovideo Tv, éste prefería emprender su peregrinación hacia el estadio después de tomar un buen café en el Bar Niza.

Comprobé que todos los aficionados tomaban, casi hermanados, la dirección hacia el Vivar Téllez, lugar donde iban a ver en carne y hueso a sus “niños” batiéndose a duelo contra los “demonios” de turno.
Aquí, el hincha veleño empieza a tragar saliva, tragar veneno, incluso el humo de los puros que fuma un tal Juanillo Herrera, que acaba de alisar con el viejo colchón de muelles y después de alinear con cal, el terreno de juego.
Unos se comían las uñas susurrando plegarias, otros buscaban el lugar de encuentro con sus amigos de siempre, en el corner de Carmen Lago o tras el banquillo local, y un tal Salvador López Castillo, apodado “Vinagre”, ya se hace notar a lo lejos con su voz rota y ronca en las para todos habituales amenazas y maldiciones... ¡Y una mierda para el que no diga Vélez!... se oye de su parte.
Y de pronto, sin esperarlo y sin darme cuenta que el partido ya había comenzado, se rompen las gargantas en una sonada ovación, y todos saltan como pulgas abrazando al desconocido que grita ¡goooool! a su lado.
Ha sido gol sí, marcado de zurdazo por un tal Juani España.
Mientras dura esta misa pagana de celebración, el hincha veleño se convierte en muchos. Como cientos de otros devotos, comparten la certeza de que son los mejores, que todos los árbitros están vendidos y hay que tirarlos como en los años sesenta decían, a la alberca próxima de “El Coleno” y que todos los rivales que nos visitan, son unos tramposos. Y es que, el enemigo es siempre el culpable…

Comprobé que rara vez el aficionado dice: “Hoy juega mi equipo”. Más bien comenta: “Hoy jugamos nosotros”. Sabe además, el denominado jugador “número doce”, que él es quien sopla los vientos de fervor que empujan la pelota cuando ella se duerme, y eso bien que lo saben los jugadores rivales, que jugar sin afición, es como bailar sin música.
Cuando el partido termina, el aficionado veleño, que no se ha movido de su lugar estratégico en el campo, solo para la cervecita y el picoteo del momento, celebra su victoria y comenta:
¡Que goleada les hemos metido, que partidazo hicimos!
También sabe llorar las derrotas...
¡Otra vez nos estafaron, vaya árbitro ladrón! ¡Arbitroooooooooo!

Y entonces el sol se va... y el aficionado poco a poco también.
Caen las sombras sobre el Vivar Téllez que se va quedando vacío, huérfano de luces, voces y emoción. Sólo quedan los delegados de uno y otro equipo, por el veleño, Fali Sánchez
“El Pollero” y mi querido Enrique Atencia Portillo, ambos esperando el acta que está rellenando el colegiado, y que para el que perdió el partido, siempre se le hace eterna la entrega del “papelito” que le acredita oficialmente como perdedor.
El estadio Vivar Téllez se queda poco a poco sólo y también el hincha que regresa a su soledad, ese “yo” que ha sido el nosotros: el aficionado se aleja, se dispersa, se pierde camino del Reñidero, Canalejas, Capuchinos o el Barrio de la Villa... y el domingo acaba siendo melancólico, como un miércoles de ceniza después de la muerte del carnaval...
Es el momento en que Armando Escalona, retira de la entrada del campo sus carteles hechos a mano con fotos del Vélez recortadas del periódico “El Sol” y de poner los dos candados oxidados en las cadenas de las puertas del Vivar Téllez, mientras no muy a lo lejos se oye decir...
¿Por cierto niño, que equipo será el próximo que juega en casa?
¡El Motril! contesta un flaco y desgarbado chaval de nombre Fernandito, de apellidos Ruiz Hierro, que sueña con jugar algún día en Primera División junto a sus hermanos, Antonio y Manolo
“Bueno tranquilo niño” dice “El Tacones”… “Que a esos también les ganamos nosotros, aunque sea a “pedrás”.
Desde aquel día, sin ser nativo de esta ciudad, el Vélez me enganchó... era, es, y seguira siendo con o sin, "El Pollero", "El Tacones", "El Vinagre", "El Fraguas" etc, etc, un equipo diferente.