Habían pasado más de sesenta años desde que dejaron de verse una tarde calurosa de mayo en el Tejar de Pichelín.
Allí en aquel campo de fútbol tan pequeño, ambos habían hecho las delicias de sus aficionados, uno, José Hidalgo Reyes, suministrando aquellos pesados balones desde el medio centro con la elegancia en el juego que siempre atesoró.
El otro, José Pérez Sánchez, haciendo goles de bellísima factura desde la banda derecha. Por aquellos entonces el equipo veleño jugaba de memoria, esa misma con la que los aficionados del equipo recitaban su alineación campeona de la temporada 45-46, esto era:
Cuesta; Mateo, Zapata; Fernández, Reyes, Villanueva; Pérez, Perico, Hilario, Natalio y Ortega.
Cuesta; Mateo, Zapata; Fernández, Reyes, Villanueva; Pérez, Perico, Hilario, Natalio y Ortega.
Era este un equipo que había logrado ganar el primer título oficial del Vélez C.F. en toda su historia y del que desgraciadamente ya sólo hoy viven los mencionados, Reyes y Pérez.
Tenía ganas, era mi gran ilusión, de poder volverlos a reunir y que se fundieran en un gran abrazo tras tanto tiempo recorrido y del nulo paradero que existía entre los dos. Para uno como para el otro, las noticias confusas que les habían llegado era que ya no vivía casi ninguno del primer equipo campeón.
Tenía ganas, era mi gran ilusión, de poder volverlos a reunir y que se fundieran en un gran abrazo tras tanto tiempo recorrido y del nulo paradero que existía entre los dos. Para uno como para el otro, las noticias confusas que les habían llegado era que ya no vivía casi ninguno del primer equipo campeón.
De Pérez por que cuando se marchó del equipo ya nunca más volvió a verse o coincidir con sus ex compañeros en otros campos y con otros equipos en los que militó.
De mi querido Pepe Reyes, siempre que relacionábamos algo de aquel fútbol que vivió me decía que tras la muerte del defensa veleño Juan Zapata y del extremo torreño, Juan Ortega “Orteguilla”, ya sólo quedaba el.
Afortunadamente el hecho de seguir buscando material del Vélez, datos de aquella época, me hizo topar con el paradero de Pérez y conocer que aún vivía en Málaga y que curiosamente en los veranos se trasladaba a la localidad de Benajarafe para estar con sus hijos y nietos.
Conocido su paradero, la primera llamada fue para saludarle desde Vélez-Málaga y acto seguido de presentarme, recitarle la alineación sin su nombre, “En esos que usted me dice, falto yo” me comentaba con voz entrecortada por la emoción.
Poco a poco le fui desgranado datos a Pérez, que fue de aquellos compañeros del equipo, el campo del tejar…hasta llegar a comentarle que no todos de aquel célebre equipo campeón habían ya fallecido.
La tristeza se hacía razonada por los que mencionaba en primer lugar y que ya no estaban, y esto se mezclaría después por la emoción a través del teléfono cuando le daba el nombre de otro superviviente, Pepe Reyes.
El vacío duró en esos momentos bastantes segundos. Tanto que llegue a pensar que la comunicación se había cortado en mi teléfono móvil… ¡Que me dice usted¡ ¿Pero Reyes vive?
Afortunadamente el hecho de seguir buscando material del Vélez, datos de aquella época, me hizo topar con el paradero de Pérez y conocer que aún vivía en Málaga y que curiosamente en los veranos se trasladaba a la localidad de Benajarafe para estar con sus hijos y nietos.
Conocido su paradero, la primera llamada fue para saludarle desde Vélez-Málaga y acto seguido de presentarme, recitarle la alineación sin su nombre, “En esos que usted me dice, falto yo” me comentaba con voz entrecortada por la emoción.
Poco a poco le fui desgranado datos a Pérez, que fue de aquellos compañeros del equipo, el campo del tejar…hasta llegar a comentarle que no todos de aquel célebre equipo campeón habían ya fallecido.
La tristeza se hacía razonada por los que mencionaba en primer lugar y que ya no estaban, y esto se mezclaría después por la emoción a través del teléfono cuando le daba el nombre de otro superviviente, Pepe Reyes.
El vacío duró en esos momentos bastantes segundos. Tanto que llegue a pensar que la comunicación se había cortado en mi teléfono móvil… ¡Que me dice usted¡ ¿Pero Reyes vive?
Sí, y además queremos quedar con usted para que lo vea y charlemos de fútbol, estamos encantados, le conteste. Nuevamente el vacío tras el teléfono se hizo latente…
Perdone, me voy a sentar que me he puesto muy nervioso y la edad ya no me perdona. ¡ Con las buenas piernas que tenía yo para dar pelotazos ¡…
Perdone, me voy a sentar que me he puesto muy nervioso y la edad ya no me perdona. ¡ Con las buenas piernas que tenía yo para dar pelotazos ¡…
Así comenzó la historia de un encuentro, que por el lado del veleño Reyes también tuvo lo suyo. La noticia se la trasladaba sentado en el Café Bar Niza y tras darle un rodeo a aquellos años del fútbol en blanco y negro.
Pepe, el sábado lo voy a venir a buscar en taxi a media mañana, póngase guapo que vamos a ver a un buen amigo suyo. Su socio en la banda derecha, Pérez…
Emocionado por dentro, pero tranquilo en su forma de ser por fuera, me dijo Pepe Reyes, “Siempre las quiso cortitas y al pie… así las pedía Pérez, era un fenómeno”.
Pepe, el sábado lo voy a venir a buscar en taxi a media mañana, póngase guapo que vamos a ver a un buen amigo suyo. Su socio en la banda derecha, Pérez…
Emocionado por dentro, pero tranquilo en su forma de ser por fuera, me dijo Pepe Reyes, “Siempre las quiso cortitas y al pie… así las pedía Pérez, era un fenómeno”.
Aquella primera semana de junio se hizo bien esperar en los dos abuelos exfutbolistas, hoy hace un año de ello, Reyes el centrocampista y Pérez el extremo derecho del primer equipo campeón se fundieron en un abrazo sin par en la cafetería del Centro Comercial El Ingenio. Lugar del encuentro.
Cuando dos personas llevan sin verse más de medio siglo, sin saber nada el uno del otro, pueden pasar muchas cosas. Algunas personas no se reconocen físicamente, pero sí son futbolistas recuerdan al momento y de modo preciso la ubicación en el campo de cada uno de los compañeros del equipo. Está probado. Eso fue lo que les pasó a Reyes y Pérez.
La vida les contemplaba nuevamente tras sesenta y dos años de silencios. Cuando se juntaron y empezaron a hablar, ambos coincidieron en que se hacían presentes las anécdotas que cada uno curiosamente había olvidado ya con el transcurrir del tiempo.
Después de mucho hablar de fútbol, de la familia, de intercambiar alguna foto y de contarse quiénes son ahora y lo que la vida les había guardado tras tantos años, se despidieron con una mirada brillante en sus ojos y una felicidad declarada en sus rostros por aquel emotivo encuentro. Hubo foto de recuerdo al lado de una mesa en la que quedaban dos tazas de café apenas tomadas mientras ambos jugadores se daban un último abrazo.
De vuelta a casa, entre el silencio de los recuerdos desempolvados y la emoción de todo lo vivido, Pepe Reyes me confesó… “De Pérez me faltaba un abrazo. El de la celebración del último gol que le serví ante el Flecha Negra y que al marcarlo nos dio el campeonato. Que día tan feliz fue aquel”.
Sesenta años después de volver a verse y repetirse que, el tiempo corre mucho y que las cosas han cambiado aún más, coincidieron eso sí estos veteranos ex jugadores y sin reparos, en aquello de que “Si tuviéramos veinte años compañero, la que volveríamos a liar en el Tejar de Pichelín”.
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